Cuarta parte
📝
—¿Me dirás por qué has estado tan raro esta noche? —te pregunté cuando ya no podía soportar la intriga.
Seguíamos abrazados. No sabría decir cuántos minutos llevábamos envueltos en los brazos del otro, pero se sentía como una eternidad.
Meditaste por varios segundos antes de responder. Me quedó claro que algo no estaba bien contigo.
—Estoy cansado, Charlie —respondiste con una tristeza que sentí en carne propia—. Eso es todo.
—¿Cansado de qué? —Levanté mi cara de tu pecho para mirarte a los ojos.
—De mi padre, de los deportes, de mis amigos, de mi vida... de todo —resoplaste—. Estoy harto de fingir ser alguien que no soy. Sé que solo tengo diecisiete años y que tengo toda una vida por delante para ser yo mismo, pero estoy desperdiciando lo poco que me queda de adolescencia en cosas que no me hacen feliz. Por eso estoy cansado, Charlie.
Entendí por qué me resultó tan fácil cambiar mi aspecto y renunciar a la timidez. El Charlie introvertido y vergonzoso no era realmente yo; el verdadero Charlie es aquel que soy ahora, el que siempre estuvo dentro de mí, pero que mantenía encerrado en una jaula de traumas y de temores.
—Pues cambia y ya —aconsejé como si fuera lo más sencillo del mundo—. Yo lo hice y ahora soy feliz.
—Por favor, Charlie —espetaste—. Ni tú te crees este cambio tan ridículo y forzado.
—¿Disculpa? —Me incorporé con una ira instantánea. El alcohol intensificaba mis emociones.
—¿Cabello rubio? ¿Pantalones rasgados y chaqueta de cuero? ¿En serio? —Reíste con sorna—. Este no eres tú, Charlie, es solo una parodia de ti mismo. Crees que luciendo diferente vas a cambiar cómo te sientes por dentro, pero no es así.
—¿Qué sabes tú? —ladré—. No tienes idea de cómo me siento por dentro ni por qué cambié mi aspecto.
—Sí que lo sé, pero no lo entiendo. —Me miraste con un poco de lástima—. No necesitas cambiar tu exterior, porque lo que realmente eres e importa se encuentra en tu interior. El estilo no es un reflejo de nuestra alma; es una forma de intentar demostrarle algo a la gente, como que tenemos un buen gusto, que nos importa una mierda cómo lucimos ante el mundo o que tenemos un buen sentido de la moda. Podrás cambiar todo lo que quieras por fuera, pero por dentro seguirás siendo el mismo chico frágil, sensible y noble que muy pocos hemos tenido el privilegio de conocer.
Mis ojos se humedecieron.
—Detesto cuando te pones tan profundo —rezongué.
Tú reíste. Una pequeña lágrima cayó por mi mejilla, la que limpiaste con tu mano derecha.
—No es necesario que cambies para que la gente te respete —susurraste—. Si no pueden aceptarte como eres, no merecen que tú los aceptes a ellos.
—No sé si estoy cambiando, Caín. Creo que este Charlie que ves ahora es el verdadero. Estaba harto del chico raro y callado que tenía miedo hasta de respirar. Puede que este muchacho de cabello teñido y actitud prepotente sí sea el reflejo de lo que siempre he sido.
—De ser así, sería una decepción —dijiste de mala gana—. No me gusta este Charlie. No sé si quiero ser su amigo.
Es increíble cómo eres capaz de romper, reparar y destrozar mi corazón en tiempo récord.
La ira volvió a apoderarse de mí.
—¿Acaso te gustaba el otro Charlie? —Me puse de pie hecho una furia—. Nunca te gusté, Caín, y que rechazaras mi beso lo dejó más que claro. Eres un maldito egoísta que prefirió acabar con nuestra amistad en vez de hablar de lo que pasó y solucionar nuestros problemas de una forma que no involucrara alejarme de tu vida como un perro callejero. ¿Sabes qué? No me importa que no te guste mi nuevo yo. Es más, ni siquiera me importas tú. No sé por qué me acerqué a preguntarte qué te sucedía ni por qué te abracé. No debería, porque ya no te quiero.
Pude notar que, tal como el mío, tu corazón se rompió.
—No sabes lo que estás diciendo. —Tú también te pusiste de pie y te acercaste a mí—. Estás ebrio, y no tienes idea de por qué te pedí que nos alejáramos. No me juzgues sin saber mis razones, Charlie, y no digas cosas de las que te podrías arrepentir.
La razón me abandonó y, sin pensarlo, solté:
—De lo único que me arrepiento es de haberme enamorado de ti.
Entré en pánico. Lo había dicho. Acababa de confesar lo que a mí mismo me costaba admitir: te amaba.
¿A quién quiero engañar? Te sigo amando. Puede que nuestra relación no haya avanzado más allá de una extraña amistad, pero eso no fue impedimento para que mis sentimientos por ti cobraran tal fuerza que se convirtieron en un amor salvaje y avasallador.
Lamentablemente, no es un amor sano; es uno que me está matando. Ni siquiera sé si lo es, porque no se siente como tal. Se supone que el amor debería hacernos felices, no rompernos hasta lo más profundo.
¿Qué es de todas formas? No lo sé. Tal vez nunca lo sabré, no hasta que aprenda a amarme a mí mismo y, para ello, debo olvidarte por completo.
Me sentía muy arrepentido por mi confesión, pero no dejé de hablar. Nuevamente culpé al alcohol que corría por mis venas, el cual me hacía expulsar todo lo que había retenido por tanto tiempo.
—Tú... ¿me amas? —Abriste los ojos de par en par. Intentaste decir algo más, pero las palabras quedaron atrapadas en tu boca.
—Ya no —mentí con firmeza. Puede que sí te ame, puede que no; todo depende de qué signifique amar—. Pero te quise demasiado, Caín, más de lo que alguna vez pensé querer a alguien siendo tan joven. No tengo nada que recriminarte, porque no puedo obligarte a que me quieras de la misma forma que yo te quise, pero sí puedo alejarme de ti antes de que aquel amor que ya maté reviva con toda su fuerza.
"Nunca murió" me dije para mí mismo. "Deja de engañarte, Charlie, lo amas demasiado".
—Charlie, yo... —Tu pasmo seguía latente—. No sé qué decir.
Quise reír, pero me contuve.
—¿Qué tendrías que decir? —Soné lleno de resentimiento—. Nada, absolutamente nada. Te amé, pero ya no. Tiempo pasado, tiempo pisado. Ahora, si me disculpas, regresaré a la fiesta. —Se me quebró la voz. Hice lo posible por serenarme—. Necesito una cerveza... o tal vez diez. —Me reí para restarle importancia a la situación.
Me encaminé hacia la puerta de la habitación.
—¡Espera, Charlie! —pediste antes de que saliera—. No te vayas, por favor.
Abrí la puerta. Te acercaste a tomar uno de mis brazos, pero me solté de tu agarre.
—¿Qué quieres? —rugí.
—Quédate —imploraste—. Por favor.
Tu mirada suplicante me hizo añicos. Mis muros apenas reconstruidos estaban tambaleándose, pero logré mantenerlos en alto.
—¿Para qué? —Mi voz era de hielo—. ¿Para que me sigas recordando una y otra vez que no será posible? O... ¿acaso tienes algo que decirme?
Tu silencio decía mucho y a la vez nada.
—¿Es eso, Caín? —presioné—. ¿Tienes algo que decirme?
Agachaste la mirada como respuesta.
—Lo supuse. —Esbocé una sonrisa cargada de rabia y dolor—. Adiós, Caín.
Tus ojos se llenaron de lágrimas. Tu labio inferior temblaba, pero tu rostro abatido ganó firmeza.
—Si sales por esa puerta, olvídate para siempre de mí —amenazaste.
Quise quedarme, en serio. Quise lanzarme a tus brazos y limpiar las lágrimas que yo mismo te había provocado, pero mi orgullo fue más fuerte y me obligó a no regresar.
—Hasta nunca —sentencié con determinación.
Salí del cuarto y no volví a mirar atrás. Sabía que, de hacerlo, me arrepentiría de partir.
Quizá debí regresar, así habría evitado la puñalada por la espalda que me diste tan solo minutos después.
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Hola, Caín [Gratis]
Teen FictionCharlie ama a Caín en secreto. Él cree que nunca será correspondido, pero el destino tiene sorpresas entre manos. ☁️ Charlie es un chico tímido y silencioso de dieciséis años que le escribe cartas sin enviar a Caín, su compañero de clase y amor plat...