Primera parte
📝
Hola, Caín.
Hoy sorprendí a todos en la fiesta.
Hace horas me sometí a una gran transformación; Nora me ayudó en el proceso. Fuimos a una barbería en la que me cortaron el cabello y me lo tiñeron de gris.
Ya no me veo tan pálido como antes, tampoco tan gótico como medio mundo solía llamarme. Sigo teniendo hematomas, pero estas me dieron un aspecto rudo que, honestamente, me fascina.
Saqué mis ahorros de una alcancía que escondo en mi armario y obtuve ropa nueva y diferente a todo lo que he usado. Me compré unos jeans rasgados en las rodillas, una musculosa negra que mostraba bastante de mi piel pálida y una chaqueta de cuero que me hizo lucir como otra persona. No renuncié a los tonos oscuros, pero al menos me vi tan imponente como siempre he deseado ser.
No te voy a negar que me dio vergüenza exhibirme de tal forma después de años de ocultarme de la gente, sin embargo, se sintió tan liberador como cuando junté mis labios a los tuyos, a pesar de lo mal que han salido las cosas tras aquel desastroso primer beso.
Cuando volví a casa, mis padres quedaron sin habla. Mi madre por poco se fue de espaldas al ver mi pelo gris, mientras que papá abrió los ojos al máximo como si estuviera en presencia de un animal salvaje.
Ambos se volvieron locos. Me exigieron que me quitara mi ropa nueva y que regresara a mi color natural de pelo, pero no los obedecí. Estoy muy satisfecho con mi nuevo aspecto y con mi nuevo yo.
Por obviedad, mis padres me castigaron y no me dejaron salir, así que hice algo que nunca pensé hacer: me escapé por la ventana. Me daba igual no ser de los primeros en la fiesta, solo necesitaba ir. Quería que todos vieran al nuevo Charlie en su máxima expresión.
Era medianoche cuando llegué a la casa de Luis. Los invitados estaban en el jardín trasero de la vivienda. Pensé en pasar directamente al fondo, pero decidí tocar el timbre. Aunque mi aspecto haya cambiado, sigo manteniendo un poco de la educación de siempre.
Para mi mala suerte, quien me abrió la puerta fuiste tú, Caín.
Me miraste de los pies a la cabeza con los ojos tan abiertos como los de mis padres.
—¿Charlie? —preguntaste, atónito. Nunca te vi tan asombrado—. ¿Eres tú?
—Con permiso —espeté en tono mordaz.
Te apartaste de la puerta y entré con brusquedad. Es increíble la facilidad con la que impongo rudeza tras años de inseguridad y timidez. Quizás he perdido la cabeza y eso ha facilitado mi cambio tan abrupto. Ni siquiera yo puedo creer en lo que me he convertido.
—¿Llegó Nora? —inquirí. Ya sabía la respuesta, pero, aunque no debería, tenía ganas de hablar contigo.
—Sí, ya... ya llegó —balbuceaste, todavía impactado—. ¿Qué significa esto, Charlie? —Me señalaste de arriba abajo.
—¿Qué cosa? —Me crucé de brazos.
—Tu aspecto —respondiste, aparentemente, con tristeza—. Te ves... diferente. Demasiado diferente.
Sentí ganas de salir corriendo al notar la decepción en tu mirada. Una parte de mí, aquella que se rehúsa a olvidarte, se aferraba a la posibilidad de que te gustaría mi nuevo aspecto, pero me equivoqué por milésima vez.
No obstante, me di cuenta de que no debería importarme tu opinión sobre mí, no después de que renunciaras a nuestra amistad de la noche a la mañana. Ya no mereces que te quiera. Si mi nuevo aspecto no te gusta, mucho mejor para ambos.
—Esto es por la golpiza, ¿no? —Te acercaste un poco más. Yo retrocedí—. Quieres verte rudo para que no vuelva a sucederte algo como eso. Entiendo que no quieras que la gente te pase a llevar, Charlie, pero no deberías cambiar quien eres por...
—¿Qué mierda te importa a ti mi razón para cambiar? —cuestioné con rabia. Estaba sorprendido de mí mismo por mi coraje—. ¿Acaso te importó lo que sentía cuando te alejaste de mí con asco luego de que te besé? ¿Te importó herirme cuando fingiste que dormías mientras lloraba hasta quedar sin lágrimas? ¿Acaso te importó lo que sentiría cuando te confesé que me gustabas y me pediste que me alejara de ti como si fuera muy fácil?
Por un momento, no supiste qué decir. Pasaron varios segundos antes de que formularas una respuesta.
—Tú me importas, Charlie —aseguraste. La melancolía era notoria en tu semblante—. Lo digo en serio.
Días atrás, me habría sorprendido al escucharte decir eso. Esta noche, en cambio, no sentí nada más que rabia y una pizca de tristeza.
—No, Caín. —Las lágrimas querían escapar, pero no les permití aparecer—. Cuando alguien te importa de verdad, lo que menos quieres es hacerle daño. Si yo te importara, no me habrías roto el corazón con tu distancia ni tu indiferencia.
Te limitaste a agachar la cabeza y a cerrar los ojos. Aceptaste que tengo razón.
—¿No dirás nada? —pregunté tras segundos de silencio.
—¿Qué quieres que diga? —Había un poco de molestia en tu voz—. ¿Qué tienes razón? Pues la tienes, no lo negaré. Rompí tu corazón y me arrepiento mucho, pero no puedo retroceder el tiempo. El daño ya está hecho.
Enarqué una ceja. No esperaba que lo aceptaras con tanta facilidad.
—Tienes razón, el daño ya está hecho —concordé, cada segundo más enojado—. Y no hay nada que puedas hacer para enmendarlo.
—¿Nada? —Te volviste a acercar—. ¿Estás seguro?
Fui yo el asombrado. No entendía qué tratabas de hacer, pero mis muros por poco fueron derribados. Para mi suerte, logré mantenerlos en alto.
—Nada —sostuve. Tragué saliva y me paré lo más firme que pude—. Si me disculpas, iré a disfrutar la fiesta.
Me encaminé hacia el patio trasero sin mirar atrás. Sentí que una distancia irreversible se abría entre nosotros, y esta me confirmó lo que ya estaba claro:
Nuestro vano intento de amistad murió por completo.
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Hola, Caín [Gratis]
Teen FictionCharlie ama a Caín en secreto. Él cree que nunca será correspondido, pero el destino tiene sorpresas entre manos. ☁️ Charlie es un chico tímido y silencioso de dieciséis años que le escribe cartas sin enviar a Caín, su compañero de clase y amor plat...