🌧️ 44 🌧️

15.6K 2.6K 829
                                    

Séptima y última parte

📝

Regresé a mi casa poco antes del amanecer. No esperé que despertaras para despedirme, porque no me atrevía a mirarte a la cara después del beso cuyos resultados no fueron los esperados.

Me atormentaban los remordimientos. Nunca debí besarte y arruinar los mínimos avances que habíamos alcanzado. Apenas comenzábamos a fortalecer nuestra amistad; debí ser paciente y no tirarla por la borda sin estar seguro de que tu reacción sería favorable.

Pensé en quedarme en mi cuarto el día entero, pero necesitaba verte y comprobar si había alguna forma de remendar lo sucedido, así que opté por ir al colegio. Me mordí las uñas durante todo el camino mientras pensaba en mil formas de pedirte perdón por mi arrebato.

Al entrar en nuestro salón de clases, te vi conversando con tus amigos en tu asiento de siempre, ubicado cerca del final. La mayoría de los alumnos ya habíamos llegado.

Cuando me viste en la puerta, desviaste la mirada y tu rostro sonriente se transformó en uno serio e incómodo.

—Y ¿qué hiciste este fin de semana, Caín? —te preguntó Hardy, el más imbécil de tus amigos.

Yo me acomodé en mi asiento instalado junto al de Nora. Ella me habló, pero no le presté atención. Quería escuchar tu respuesta.

Desearía no haberlo hecho.

—Nada —respondiste—. Estuve todo el fin de semana practicando fútbol con mi padre.

Ni tú te creías esa mentira. ¿Tu padre? ¿En serio? ¿El mismo hombre insoportable que conocí anoche?

No me atrevía a mirarte. Temía que, de hacerlo, me echaría a llorar. Pasamos un hermoso fin de semana y lo negaste delante de todo el salón.

—¡Vamos, Caín! —exclamó Luis entre risas—. Apuesto lo que quieras a que pasaste el fin de semana con alguna chica. Solo eso explicaría por qué no enviaste nada en nuestro chat grupal. Desapareciste por completo, hermano.

No resistí por más tiempo las ganas de mirarte. Rogaba por dentro que dijeras otra mentira, no que les dieras en el gusto a tus amigos.

Cruzaste tus ojos con los míos. Había algo extraño en tu mirada, no sé si ira, dolor o algo diferente.

—Tienes razón, Luis —dijiste en voz alta sin dejar de mirarme—. Pasé el fin de semana con una chica, e incluso tuvimos sexo.

—Oooohhhh —vociferaron tus amigos al unísono.

—¡Eres imparable! —apremió Ronaldo.

—No esperaba menos de ti, campeón —dijo Jonas.

—Te lo tenías bien guardado, galán  —añadió Luis.

—¡Donde pones el ojo, pones la bala! —gritó Hardy. Todos se rieron.

—Lo siento mucho, amigo —susurró Nora en mi oído, y regresé a la realidad.

Me di cuenta de que tenía el rostro lleno de lágrimas. Miré a mi alrededor para ver si alguien lo había notado, pero solo mi amiga reparó en ello.

Me limpié el rostro y corrí al baño antes de que todos se percataran de que me dominaba la melancolía. Me encerré en uno de los cubículos y mis ojos comenzaron a formar un océano bajo mis pies.

Lloré por al menos diez minutos. Lo habría hecho por más tiempo, pero las clases iban a comenzar. Antes de salir del baño, lavé mi cara y me miré al espejo. Tenía los ojos rojos, las mejillas hinchadas y el corazón roto.

Me topé con Nora en el pasillo. No pude evitar arrojarme a sus brazos en busca de consuelo.

—Tranquilo, Charlie. —Me abrazó con mucha fuerza—. Lamento haber alimentado tus esperanzas con ese idiota. Creo que lo mejor es que des un paso al costado y que trates de olvidarlo.

Supongo que tiene razón.

Me convertí en un fantasma durante el resto de la clase. Fue casi imposible soportar el dolor hasta la hora de salida. Intenté acercarme a ti al finalizar la jornada, pero te fuiste tan rápido que ni siquiera alcancé a llamar tu nombre. 

No sé de qué huyes. ¿Acaso es tanto el asco que sientes por mí que ya ni siquiera puedes acercarte? ¿Hay algo más detrás de tu reacción negativa?

Tenía mil preguntas en mente en mi trayecto a casa. Al llegar, me pasé la tarde entera encerrado en mi dormitorio. Derramé todo el llanto que acumulé a lo largo del día. Durante la cena, mis padres me preguntaron qué tal estuvo la noche de estudio en tu casa, e hice un esfuerzo sobrehumano para responder que lo pasé de maravilla. 

Espero que mi familia no haya notado que por dentro estoy cayéndome a pedazos. Seguro se reirían si supieran que estoy sufriendo tanto por algo que nunca llegó a ser.

Ahora, tras uno de los días más largos de mi vida, escribo estas cartas entre sollozos silenciosos. No debería seguir escribiéndote, pero creo que traspasar mis pensamientos al papel es la única forma de liberar toda la presión que siento.

Es hora de dormir. Puede que mañana ya no duela tanto como hoy y que en las próximas semanas mis sentimientos por ti se conviertan en recuerdos inofensivos. 

Buenas noches, Caín. Aunque ya no quieras acercarte a mí, te seguiré recordando hasta que me se canse de hacerlo.

Charlie.


Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora