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Quinta y última parte

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Caíste dormido mientras yo masajeaba tu cabello castaño. Era tan suave como lo imaginaba, se sentía como tocar una laguna de miel o un esponjoso algodón de azúcar.

No sabría describir lo feliz que me sentí al compartir ese momento de intimidad contigo. Estaba cada vez más y más cerca de ti, tanto que escuchaba perfectamente bien el sonido de tu respiración y uno que otro ronquido que se escapaba entre tus sueños.

Deberías haber visto mi sonrisa. Fue la más grande que he exhibido en mi vida, y esos momentos a tu lado fueron algunos de los más gloriosos de mis casi diecisiete años. No paraba de llorar de felicidad ni de agradecerle al destino por otorgarme una noche tan inolvidable.

Una hora después de que te dormiste, mi padre me llamó por teléfono avisándome que pasaría por Nora y por mí. Le rogué que me concediera unas cuantas horas más y, por desgracia, no accedió.

Corté la llamada hecho una furia, pero mi ira se disipó al contemplar tu rostro angelical. Tu piel resplandecía ante la luz de la luna llena, tu pelo estaba desordenado debido a mis caricias. Lucías como una obra de arte. Pensé que era imposible que te vieras más hermoso de lo que ya eras, pero me equivoqué. Había una belleza especial en ti aparte de la que se podía apreciar a simple vista.

Consciente de que podría arruinarlo todo, pero incapaz de controlarme, hice algo que nunca olvidaré: besé tu frente.

Ni siquiera te removiste ante mi beso. Podría haber aprovechado de besar tus labios, pero no sería capaz de hacer algo como eso sin tu consentimiento. Si algún día la vida nos da la oportunidad de besarnos, quiero que sea una decisión mutua y consentida.

Luego del beso en tu frente, acaricié tu cabello por última vez y me dispuse a abandonar la habitación. Bajé las escaleras y encontré a Nora bailando y besándose con Luis en medio de la estancia. Sentí cierto alivio al ver que se relacionaba con él, porque su acercamiento podría significar que, a lo mejor, ella no tiene interés en ti.

Me acerqué a ella para interrumpir el beso y para decirle que mi papá venía por nosotros. Ella me dijo que habló con sus padres por teléfono y que estos le permitieron unas cuantas horas más en la fiesta. No quería dejarla sola, pero ella insistió que estaría bien. Me resigné a que no accedería a venir conmigo y le permití quedarse, pero le pedí que me escribiera por lo que restara de noche y que me avisara cuando llegara a su casa. Una vez que le hice prometerme que sería cuidadosa y que se portaría bien, me despedí de ella y salí de la casa para esperar a papá.

Cuando llegó y me subí al automóvil, él me examinó con el ceño fruncido en señal de asombro.

—¿Estás drogado? —preguntó, sorprendido.

—¿Qué? ¡¡¡No!!! —exclamé—. ¿Por qué piensas eso?

—Por esa sonrisa tan grande que traes. Desde que eras pequeño que no te veía tan feliz.

"Es porque nunca había sido tan feliz como ahora" pensé, pero me lo callé.

—Es solo que la fiesta estuvo muy, muy divertida —dije en su lugar—. Lo pasé muy bien.

—Me alegro mucho. —Papá sonrió—. Pero no te acostumbres, ¿eh? No quiero un hijo fiestero.

Ambos reímos. Regresé la mirada hacia la ventana de tu habitación mientras papá encendía el vehículo e imaginé que te asomabas por ella para lanzarme un beso. Juro que nunca olvidaré lo que sucedió esta noche. Para ti podría haber sido algo sin importancia, pero para mí significó el universo entero.

Ahora, a solas en mi habitación, escribo en mi computadora para luego imprimir la carta que, algún día, tendré el valor de entregarte. Planeaba guardarlas para siempre en algún lugar en el que nadie las encontraría, pero, si todo sale bien, pronto seremos más que simples compañeros de clase y podré confesarte lo mucho que te quiero y entregarte todo lo que te escribí.

Gracias por regalarme una de las mejores noches de mi vida, Caín. Espero soñar contigo y volver a sentirme tan feliz como me sentí en tu cuarto.

Te quiere con el alma,

Charlie.


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Ya pueden gritar y llorar de felicidad como yo, ahre.


Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora