☁ 17 ☁

25.6K 3.6K 1.4K
                                    

Segunda parte

📝

A pesar de que solo duró un par de segundos, nuestro abrazo fue un sueño hecho realidad.

Luego de que me soltaste, prometiste abrir mi regalo más tarde y abrazaste a Nora cuando te felicitó por tu cumpleaños. Me sentí un poco celoso, porque ella ni siquiera te llevó un obsequio. A decir verdad, fui uno de los pocos que te dio uno.

¿Por qué nadie me dijo que en nuestros tiempos ya no suelen llevarse regalos a las fiestas juveniles?

Bueno, aunque hubiera sabido que nadie más que yo te daría un presente, habría llevado uno de todos modos.

Luego de los abrazos, nos ofreciste unas cervezas. Nora aceptó una, pero yo no. Quise decirte que se supone que no tenemos edad para beber y, sin embargo, preferí callar.

Fuiste por una cerveza para mi amiga, pero antes subiste al segundo piso de tu casa para guardar mi regalo. Por desgracia, cuando regresaste, volví a ser invisible para ti.

El tiempo voló. La fiesta transcurría de lo más divertida para todos, pero sumamente aburrida para mí.

Nuestros compañeros y tus amigos ajenos al colegio bailaban, bebían y se toqueteaban como si fueran mayores de edad en medio de un club ilegal. No es que haya estado en uno, pero imagino que en ellos suceden cosas tan sucias e inapropiadas como en tu fiesta.

Por mi parte, no hacía más que permanecer en un extremo de tu enorme estancia bebiendo Coca-Cola, comiendo Doritos y mirándote bailar con Diana, nuestra compañera.

Ella quería besarte, pero tú te negaste. Eso aumentó por un momento mis esperanzas de que, tal vez, no te gustan las chicas.

Nora insistía en que bailáramos, aunque yo no quería. No sabía hacerlo; me daba miedo hacer el ridículo.

Al cabo de un rato, tu amigo Luis se acercó a nosotros y la invitó a bailar. Ella aceptó, así que me quedé a solas en la esquina.

No me importó: estaba muy feliz y complacido con verte bailar. Lo hacías como un profesional. Te divertías tanto que estaba a punto de unirme al baile solo para contemplarte de cerca.

Decidí que iba a integrarme, pero me arrepentí cuando vi que te acercaste a Nora y que te pusiste a bailar con ella.

Mi amiga miró en mi dirección con cara de disculpa, y yo sacudí la cabeza para expresarle que no me importaba.

Pero sí importaba.

Y mucho.

Los minutos volaban y tú no parabas de bailar con Nora. Ambos bebían las latas de cerveza que les entregaban los demás, perdí la cuenta de cuántas bebieron en total.

De repente, tenías una mano en su cintura y te acercabas cada vez más y más a ella.

Te aproximaste tanto que, en un abrir y cerrar de ojos, besaste a mi mejor amiga.

continúa ⬇️

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora