Capítulo final (Primera parte)

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Después de escribir las últimas palabras que le dedicaría a Caín, Charlie pasó la noche en vela meditando sobre lo sucedido. No podía borrar de su cabeza los videos que tanto terror le causaban, tampoco dejó de pensar en su amado. Por más que lo adoraba con cada fibra de su cuerpo, no encontró razones para perdonarle lo que hizo junto a cuatro muchachos que, para Charlie, eran la maldad personificada. El joven no quería que el grupo de maleantes quedara impune, su corazón le exigía que no dejara pasar actos tan inhumanos.

Poco antes de salir de casa, Charlie reflexionó por última vez sobre las consecuencias que provocaría al delatar a Caín. Dio por terminada la relación el día anterior, pero el amor que sentía no desaparecería de la noche a la mañana. Sin embargo, haría lo posible por olvidar a Caín, porque nunca volvería a verlo con los mismos ojos. Aunque este cumpliera cualquier castigo que las autoridades ordenaran, Charlie sabía que nunca sería capaz de eliminar de su mente lo que pasó. Jamás se desharía de la imagen de Caín hiriendo a Manuel.

Las lágrimas volvieron a acumularse por milésima vez en los ojos de Charlie al recordar los videos que evidenciaban el crimen, los que llevaba dentro de un pendrive que entregaría a los policías de la estación más cercana. Le costaba asimilar el hecho de que alguien como Caín, a quien creía una persona intachable, se involucró en una golpiza tan despiadada. Se odiaba por confiar ciegamente en él, su autoestima cayó hasta el suelo. "¿Cómo pude ser tan imbécil?" se preguntaba. "¿En qué momento me dejé cegar por el amor?".

Con tales pensamientos en mente, Charlie atravesó el umbral de la puerta y salió de casa a la primera hora del alba. El sol ni siquiera había salido en su totalidad, sus padres y probablemente todos en el barrio seguían durmiendo. Él fue el único que no logró dormir, el único que pasó la noche tiritando de miedo y llorando a mares.

Charlie llegó a las afueras del mismo parque en el que pasó decenas de tardes con Caín. No lograba detener las lágrimas que se enfriaban en sus mejillas. Todo le recordaba a Caín, incluso el susurro del viento evocaba pensamientos en él. El pendrive en el que llevaba los videos parecía palpitar dentro de su bolsillo. Si bien su decisión le causaba un dolor más fuerte que cualquier golpe, ya no sentía ninguna clase de duda. La denuncia era inminente. No daría marcha atrás, llegaría a la estación y haría lo correcto.

Pese a que su caminata era dominada por el llanto, todo parecía marchar bien...

Hasta que un automóvil apareció de la nada y frenó a su lado.

Un grupo de sujetos encapuchados salió del vehículo a la velocidad de un suspiro. Charlie supo inmediatamente qué sucedería y, en un acto reflejo, echó a correr.

Por desgracia, no logró llegar muy lejos: los encapuchados lo alcanzaron, lo levantaron de los brazos y de las piernas y lo llevaron al auto mientras uno de ellos le cubría la boca para que no alertara a nadie.

El corazón de Charlie inició las estampidas frenéticas a las que ya se había acostumbrado. El terror congeló cada mililitro de su sangre; dejó de llorar solo porque estaba demasiado aterrado para hacerlo. Sabía que las personas detrás de las máscaras debían tratarse de Hardy y de sus amigos, pero no lograba entender cómo se enteraron de sus intenciones. ¿Acaso Hardy se dio cuenta de que Charlie y Jeremy le tendieron una trampa? ¿Permitió que obtuvieran los videos a propósito?

Charlie fue lanzado a los asientos traseros del vehículo negro. Una vez ahí, el muchacho intentó defenderse, pero los brazos que lo retenían eran fuertes y su pánico apenas le permitía pensar con claridad. Su corazón estaba muy descontrolado, mucho más de lo que se aceleró en su primera vez con Caín.

Dos encapuchados se sentaron en medio de Charlie. Su boca fue liberada, pero de inmediato alguien le cubrió la cabeza con una gruesa bolsa de tela que tenía un elástico que cerraron en torno al cuello del joven. Él apenas podía respirar, ni el miedo ni la bolsa se lo permitían. Comenzó a clamar por ayuda, pero, apenas lo hizo, recibió un puñetazo en el estómago que le arrebató el poco aire que le quedaba.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora