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Segunda parte

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Cuando entré al patio trasero, todas las miradas se concentraron en mí.

Algunos de nuestros compañeros me miraban con asombro, otros con ceños fruncidos y algunos con fascinación. Para nadie era indiferente el nuevo e inesperado Charlie.

Nora fue la primera en acercarse. Me dio un abrazo como saludo y me condujo hacia el resto de la gente. Luis fue el segundo en aproximarse; me extendió una mano para hacer uno de los típicos saludos que hacen los chicos de nuestra clase.

—¡Pero miren qué tenemos aquí! —celebró—. Te ves increíble, Charlie. Ya era hora de que dejaras tu estilo gótico pasado de moda, ¿eh? —Se rio. Yo forcé una risa.

Te sentí detrás de mí. Miré atrás y, en efecto, estabas en el patio. Recordé que hace semanas te mentí diciendo que me gustaba Luis y, aunque no sintieras nada por mí, quise tratar de sacarte celos, por muy ridículo que fuera mi intento.

—Feliz cumpleaños, Luis —dije en voz alta y le di un abrazo apretado que tomó a todos por sorpresa—. Te debo el regalo.

—Gracias, bro. —Luis reía mientras me daba palmadas en la espalda. Estaba tan confundido como los presentes.

Nos separamos y me giré para mirarte. El disgusto era notorio en tu cara, y sentí una gran satisfacción. Puede que yo no te guste, pero al menos te disgusta que me acerque a tu mejor amigo. Eso es más que suficiente para mí.

Seguido de Luis, se acercó el resto de tus amigos, específicamente aquellos que participaron en la golpiza. Hice todo lo posible por no ponerme a temblar debido a mi inseguridad. Necesitaba demostrarles que no volvería a permitir que me humillaran, pero era imposible contemplarlos y no recordar sus brazos agarrando los míos, sus manos cubriendo mi boca y sus puños golpeando mi cuerpo.

—Vaya, vaya —vociferó Hardy—. El niño raro se ha convertido en un chico malo. Qué original.

Tus amigos rieron. Luis solo sonrió. Volví a mirarte y descubrí que estabas molesto.

—Déjalo en paz, Hardy —advertiste.

Te escruté con un poco de rabia.

—No necesito que me defiendas, Caín —aseveré en voz alta—. Es más, ya no necesito que nadie me defienda. No les tengo miedo.

Tus amigos se miraron entre sí y sonrieron con malicia.

—Me gusta este nuevo Charlie —admitió Hardy—. Lamento si tuvimos asperezas en el pasado; supongo que podemos dejarlas atrás, ¿no? —Se acercó a mí hasta que su boca quedó a solo unos centímetros de mi oído—. Y gracias por no delatarnos con el director. No olvidaremos este gesto de lealtad.

Quise reírme en su cara por el hecho de que él creyera que fue un gesto de lealtad, pero preferí seguirle la corriente. Ya será el destino quien se encargue de darles su merecido, si no es que yo.

—¿Amigos? —preguntó Hardy con una sonrisa traviesa.

—Amigos —repetí, imitando su sonrisa.

—Ven, vamos por unos tragos. —Él puso un brazo sobre mis hombros y me llevó hacia una mesa llena de botellas, latas de cerveza, vasos plásticos y algunos bocadillos.

Debería sentirme aliviado de que Hardy, por una noche, fuera amigable conmigo, pero solo quería vomitar. No quiero relacionarme con semejante escoria. Preferiría comer estiércol antes que llamar "amigo" a alguien tan despreciable como él. Aun así, fingí la mejor de mis sonrisas mientras caminaba a su lado como si fuéramos confidentes.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora