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Tercera parte

📝

—¿Un monstruo? —inquirí, tan estremecido como tú.

—Él es malo, Charlie —susurraste con temor, como si él pudiera oírnos—. Me golpea de vez en cuando, e incluso golpea a mi madre. Tiene un severo problema con la ira que muchas veces no puede controlar. Mamá dice que se debe a ciertos traumas de su infancia y a mi abuelo paterno, pero no son justificaciones para mí. Nada justifica que nos trate con tanta violencia. Nosotros no tenemos la culpa de que su infancia haya sido horrorosa.

No supe qué decirte salvo:

—Lo siento mucho, Caín.

—Y no solo nos golpea, sino que también espera que actuemos tal como él mande. —Temblabas como un niño indefenso—. A mamá no le permite hacer nada sin su permiso, y a mí me obliga a ser exactamente como él desea. Ama los deportes y quiere que sea un gran deportista, pero también que siga sus pasos y me convierta en un abogado exitoso.

—Y tú no quieres serlo.

—¿Qué crees tú? —Te reíste sin ninguna diversión—. No quiero ser como él, Charlie. No quiero y nunca querré.

Clavaste la mirada en tus pies. Pude sentir tu tristeza dentro de mí como si nuestros cuerpos estuvieran conectados.

—Deberías decirle que no quieres ser como él. Sé que no será fácil, pero podrías hacer el intento.

—No puedo hacerlo —dijiste con la voz quebrada y negaste con la cabeza—. ¿Te imaginas cómo reaccionaría si supiera que su hijo ama el arte y lo perfecciona en secreto? Se volvería loco. Seguro quemaría mi ático y me enviaría a la escuela militar para "hacerme hombre", y obviamente acabaría conmigo si supiera mi otro gran secre...

Te callaste de golpe. 

—¿Otro gran secreto? —Completé la frase por ti—. ¿Cuál es ese secreto, Caín?

—No quiero hablar de eso —tajaste en tono mordaz—. Ya no quiero hablar de nada que tenga que ver con padres, mentiras y secretos.

—Solo tengo una última pregunta. —Me aventuré a decir—. Si tu padre es tan malvado como dices, ¿por qué te permitió hacer una fiesta tan masiva como la de tu cumpleaños?

—¿Por qué crees tú? —Reíste sin gracia—. Pues para aparentar que es el padre genial y moderno que todos desean... y para motivarme a tener sexo con cuantas chicas desee.

Enarqué las cejas. No pude evitar ponerme celoso.

—Ah. —dije, molesto—. Y con chicas te refieres a Nora, ¿no?

—No lo he hecho con ella si eso estás pensando. De hacerlo, estoy seguro de que serías el primero en enterarte.

—Sí, supongo —espeté. Los celos me estaban matando—. Pero sí que te mueres de ganas de hacerlo con ella, ¿no?

Me miraste con perplejidad, estabas sorprendido por mi arrebato. Me di cuenta de que no debería hablarte así, de modo que forcé una risa para alivianar el ambiente.

—Lo siento, no debería importarme —me disculpé—. Ignórame.

—Descuida, entiendo tu molestia. Después de todo, Nora es tu amiga, y sé que quieres lo mejor para ella... y yo no lo soy.

—¿De qué hablas? Eres fantástico, Caín. Tienes un lado artístico y sensible, no juzgas a la gente por su forma de ser o vestir y eres un mar de secretos y curiosidades. Cualquier chica estaría feliz de ser tu novia.

"Y cualquier chico" quise agregar, pero no lo hice.

—Bueno, puede que Nora piense distinto. —Te encogiste de hombros—. No soy tan bueno como crees, Charlie, y no me conoces tanto como piensas.

—Quiero conocer todo de ti. —Mis mejillas ardían—. No importa qué tan malo sea lo que descubra; quiero conocerte más que nadie en el mundo.

Me miraste a los ojos. Hice lo posible por no apartar la mirada.

—¿Por qué tanto interés en mí, Charlie? —preguntaste, ceñudo—. Ya me dijiste que no te gusto, pero creo que mientes. ¿Tienes algo que decirme?

Era el momento.

Debía decírtelo.

Debía acabar con mi tortura y sacarme las dudas de una vez por todas...

Pero no pude hacerlo.

—No, Caín —mentí y sentí mi corazón quemarse—. No me gustas.

Tal vez me confundí, pero vi cierto dolor en tu mirada.

Permanecimos en silencio por al menos diez minutos. Nos limitamos a contemplar las estrellas, hasta que le diste fin a la incomodidad con la siguiente pregunta:

—¿Quieres quedarte a dormir en mi casa?

Tuve que pestañear varias veces para comprobar que no se trataba de un sueño.

—¿Qué?

—Que si quieres quedarte a dormir en mi casa —repetiste con una sonrisa.

Mi voz interior gritaba "¡sí, sí quiero!", pero mi boca dijo en su lugar:

—No puedo, Caín. Mis padres están muy molestos porque llegué tarde anoche, y se molestarán otra vez si...

—Puedo pedirle a mi madre que los llame y que los convenza —interrumpiste con un tierno entusiasmo.

—¡Pero mañana tenemos escuela! Toda mi ropa está en mi casa y...

—¡Puedes volver temprano a tu casa para cambiarte! —sugeriste entre risas—. Vamos, Charlie, ven conmigo a casa. No aceptaré un no como respuesta.

Medité al respecto. ¿Qué era lo peor que podía pasar? A lo sumo mis padres me castigarían por un año y tú y yo tendríamos una noche sumamente incómoda.

Por otro lado, estaban las buenas posibilidades, como que me hablaras de tu gran secreto o que algo sorprendente surgiera entre nosotros.

Fueron tales posibilidades las que me hicieron tomar una decisión.

—Está bien, Caín —pronuncié con un temblor de voz—. Dormiré contigo.

continúa ⬇️

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora