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Cuarta parte

📝

Fue un nuevo día escolar de miradas despectivas, de susurros de pasillo y de empujones no accidentales que me hicieron temer. Ahora no solo debo lidiar con las burlas de los idiotas que considerabas tus amigos, sino que también con las de los alumnos que no están contentos con mi verdadero yo.

¿Quién iba a decir que en pleno siglo XXI aún sería tan difícil ser uno mismo?

Ya debería estar acostumbrado a las humillaciones, porque comencé a recibirlas apenas me trasladé a nuestro colegio hace siete años, pero antes se debían a mi aspecto y a mi timidez, y ahora tienen que ver con mi orientación sexual. Todavía no soy capaz de oírlas sin que me lastimen. Es inevitable que se me cristalice la mirada cada vez que escucho insultos por tener una orientación sexual que no elegí y que, por más que lo intentara, no podría cambiar.

Creí que la mentalidad de la gente se había ampliado con los años y que en la actualidad no sería tan difícil expresarnos tal como somos, pero me equivoqué. Aún hay mucho por mejorar. El mundo será un lugar mejor cuando cada persona entienda que no todos los humanos somos iguales y que no debemos guiarnos por los mismos patrones.

Si piensas que lo peor fue soportar a la gente prejuiciosa, lamento informarte que estás equivocado. Parte de lo complicado que fue mi día tuvo que ver contigo, porque, al llegar al colegio y toparnos en el pasillo de los casilleros, pasaste de largo como si yo no existiera. Sentí que retrocedimos en el tiempo hacia la época en la que era invisible para ti.

Sé que me pediste que fingiéramos que no sucede nada entre nosotros, pero nunca mencionaste que ignoráramos nuestra presencia por completo. Es más, tú mismo dijiste que no habría necesidad de fingir que no existíamos. Supongo que nuestra distancia e indiferencia son algo a lo que tendremos que adaptarnos para mantener vivo este amor sin resultar perjudicados.

Pensé en acercarme a ti para preguntarte si Nora estaba incluida en la lista de personas que no podían saber de nuestra relación, pero sabía que dirías que ni siquiera ella podía enterarse, así que decidí dejarte en paz.

Antes de iniciar la clase de ciencias y ubicarnos en los pupitres de siempre en el salón de clases, Nora insistió en preguntarme si pasó algo entre tú y yo en los días recientes. Le repetí mil veces que no, pero se rehusaba a creerme.

—Vamos, Charlie, puedes confiar en mí —presionó ella con una sonrisa sugerente y en voz baja para que ninguno de nuestros compañeros la escuchara—. Algo en tu mirada me dice que tuviste días muy interesantes.

No pude evitar sonrojarme.

—No pasó nada, ¿sí? —Mi tono era tan bajo como el suyo. No podía borrar la sonrisa de mi boca; opté por hablar sobre algo que me la quitara—. Bueno, nada excepto los mensajes anónimos que recibí.

Mi sonrisa desapareció. Aún no se encuentran pruebas verídicas que vinculen a tus amigos con lo sucedido, y ya no estoy tan seguro de que hayan sido ellos los involucrados. Quiero decir, medio colegio me desprecia por gritar mi sexualidad a los cuatro vientos, así que cualquiera podría estar detrás de esto.

—Encontraremos a los culpables, amigo —prometió Nora—. Pero, en lo que a ti respecta, ignora cada una de sus palabras. Sabes que no eres nada de lo que dicen.

—Lo sé, pero es muy difícil andar por ahí sin sentir miedo tras recibir tanto odio. Nunca quise que las cosas se tornaran tan peligrosas. No habría salido del clóset de saber que sería tan difícil...

—No vuelvas a decir eso. —Nora me regañó con la mirada—. Ahora eres tú mismo, Charlie. Sí, con un cabello diferente, pero el mismo después de todo. Piensa positivo: si encuentras un novio, no tendrán necesidad de esconderse de la gente.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora