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Hola, Caín.

Aunque no lo creas, anoche soñé contigo.

Tal como sucedió en la fiesta, soñé que acariciaba tu cabello mientras dormías; solo que, en mis sueños, tú despertaste, me besaste y luego me abrazaste hasta que caí dormido entre tus brazos.

Fue uno de los mejores sueños de mi vida. Se sintió tan real que me llevé una gran desilusión cuando desperté.

Tras espabilar, lo primero que hice fue armarme de todo el valor posible para enviarte mensajes a través de Facebook.

Te dije:

"Hola, Caín. ¿Cómo estás?

Anoche vomitaste mucho, ¿estás bien? ¿Te sientes mejor? Espero que sí.

Por cierto, gracias por invitarme a tu fiesta de cumpleaños. ¡Estuvo genial! 

Un abrazo apretado".

No imaginas el ataque de pánico que tuve luego de darme cuenta de que te envié un "abrazo apretado". ¿Y si lo malinterpretabas? ¿Y si creías que trataba de coquetear contigo?

Después me di cuenta de que eso es justamente lo que quiero, por lo que me relajé. Quiero llegar a ti a toda costa y, si es necesario vencer mi timidez y atreverme a jugar un poco, estoy dispuesto a intentarlo.

Apenas envié los mensajes, clavé la mirada en la pantalla para ver tu respuesta. Pasaron horas y horas y no respondías, ni siquiera habías visto los mensajes.

Sin embargo, a las 5:30 de la tarde, aparecieron los símbolos que indicaban que leíste lo que te escribí.

Y, para mi mala suerte, no respondiste.

Pasé el día entero esperando, pero tu respuesta nunca llegó. Ya son las dos de la madrugada; no puedo esperar más. Es tiempo de dormir y de resignarme a que decidiste ignorarme.

Estoy muy triste, Caín, pero recordar que sentí tu cabello entre mis manos y que besé tu frente me entrega un poco de consuelo.

Espero que acudas a mis sueños esta noche y que mañana en el colegio no me mires como si fuera un extraño.

Te quiere,

Charlie.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora