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Séptima y última parte

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—¿Entonces, Charlie? —La tía Brenda se acercó un poco más a mí y esbozó una sonrisa que redujo la tristeza que expresaba su mirada—. ¿Prometes que cuidarás de Caín cuando yo ya no esté?

La pregunta atravesó mi corazón y luego lo trituró en mil pedazos, pero hice lo posible por mostrarme impasible.

Mi voz no encontraba la salida. No quería prometer algo que sería incapaz de cumplir. No puedo cuidar de ti, Caín, porque ni siquiera sé cómo cuidar de mí mismo, y estoy consciente de que nadie te protegerá mejor que una adulta bondadosa y responsable como la tía Brenda.

Además, ella te ofrece algo que yo no puedo ofrecerte: alejarte de tu padre. Por más que sueñe con una romántica fuga a tu lado, sé que en el mundo real no hay mucho que dos chicos de diecisiete años puedan hacer solos, sin dinero y en una ciudad o en un país desconocido. Podríamos intentarlo, pero nuestras posibilidades de fracasar son mayores que las de ganar, y prefiero asegurar tu bienestar que jugarnos la vida por nada.

No es como si huir con la tía Brenda te asegurara estabilidad, pues tu padre no descansará hasta encontrarlos y, si los atrapan, la tía arriesgaría una larga pena de cárcel. Sin embargo, a pesar de todo, escapar con ella es tu mejor opción. Si te quedas, tarde o temprano tu padre descubrirá lo que sientes por mí y tu vida se volverá un infierno peor del que ya estás viviendo.

Sin duda, debes huir con la tía Brenda.

—¿Estás bien, Charlie? —preguntaste e interrumpiste mis cavilaciones—. Te ves un poco pálido.

Me tragué las lágrimas que necesitaban ser expulsadas y esbocé mi mejor intento de sonrisa.

—Estoy bien —respondí—. Por supuesto que cuidaré de Caín —le dije a tu tía—. Sería capaz de cualquier cosa con tal de protegerlo.

Fue imposible que no se me quebrara la voz. Es cierto, Caín, sería capaz de cualquier cosa con tal de protegerte, incluso dejarte ir.

Pensar en la posibilidad de no volver a ver tus ojos ni de sentir tus labios en los míos me provoca un nivel de ansiedad que nunca había alcanzado. Será difícil resignarme a un futuro sin tu compañía, pero debo hacerlo. Aunque me atreví a enfrentar a tu papá, sigo siendo el muchacho inseguro e inestable que no está listo para enfrentar grandes desafíos como una vida de fugitivos en un mundo en el que corremos más peligro del que imaginamos.

No puedo amarte como lo mereces, Caín. Nunca podré.

Luego de prometer que cuidaría de ti, la tía Brenda se me acercó y me dio un abrazo que por poco acabó con lo que me quedaba de temple. Hice mi mayor esfuerzo para no derrumbarme sobre ella.

Tras otro abrazo emotivo entre tu tía y tú, los tres nos sentamos en torno a la mesa para comer. Si bien la lasaña preparada por la tía Brenda estaba deliciosa, no podía disfrutarla. Contemplar la tristeza que reflejaba tu mirada me hacía sentir peor. No obstante, a medida que comíamos, me di cuenta de que la melancolía tras tus ojos se debía a que te dolía pensar que no volverías a ver a la tía Brenda, pues la observabas como si quisieras fotografiarla y grabarla para siempre en tu memoria. Confirmé que perderla a ella te dolería más que perderme a mí, y fue entonces cuando mi decisión se sintió menos dolorosa y mucho más sensata.

Mientras acabábamos la lasaña, la tía Brenda nos contaba las escasas anécdotas felices y divertidas que tenía sobre su juventud. Cada palabra que decía me hacía admirarla un poco más. No puedo imaginar lo duro que fue para ella crecer en el cuerpo equivocado, en la vida equivocada, en el mundo equivocado. Se necesita mucha valentía para ser un círculo en un mundo de cuadrados.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora