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Primera parte

📝

Hola, Caín.

Esta mañana perdí la cabeza.

Mis padres imprimieron los mensajes anónimos y los llevaron al despacho del director Cifuentes. Les rogué que fueran primero a la estación de policía, pero no me hicieron caso.

El director, tal como esperaba, convenció a mis padres de no denunciar el caso con las autoridades y nos prometió que él mismo se encargaría de encontrar a los responsables. Una vil mentira, por supuesto. Muchas cosas pasan completamente inadvertidas en el colegio; yo mismo he sido víctima de abuso desde que llegué hace poco más de seis años.

Si crees que eso fue lo peor, estás equivocado. El director me preguntó si tenía algún sospechoso en mente, y por supuesto mencioné a Hardy.

Cifuentes mandó a su secretaria a buscarlo y él llegó con cara de niño inocente. 

—¿Qué sucede, director? —preguntó con falso desconcierto—. ¿Hice algo malo?

El director le explicó lo sucedido y le mostró los mensajes que me llegaron. Hardy llevó una mano a la boca y puso expresión de asombro.

—¡Esto es horrible! —exclamó—. ¿Qué clase de monstruo podría enviar mensajes como esos? ¡No puedo creerlo!

Y yo no pude evitar volverme loco.

—¡Tú los enviaste! —acusé, histérico—. Hace días me llamaste "maricón" y aseguraste que harías de mi vida un infierno. ¡Es obvio que fuiste tú, y dudo mucho que lo hayas hecho solo! ¡Di la verdad, cobarde!

Intenté lanzarme sobre él, pero papá me detuvo.

—¡Basta, Charlie! —increpó el director—. Reaccionar de esta forma no solucionará nada. Debemos abrir una investigación y encontrar pruebas antes de culpar a Hardy.

—Ah, ¿y usted las encontrará? —Me reí con sarcasmo—. No me haga reír. Usted no hace nada que no involucre dinero de por medio, es un maldito cerd... —Papá cubrió mi boca antes de que pudiera seguir despotricando contra el director.

—¡Charlie! —regañaron mis padres al unísono.

El director lucía más furioso que nunca. Hardy, por su parte, observaba todo con una pequeña sonrisa triunfal.

—¡Discúlpate con el director! —exigió mi madre, pero no obedecí.

—¿Van a ponerse de su lado? —pregunté a papá y a mamá una vez que me liberé de su agarre—. ¿Es en serio?

—Discúlpate, Charlie —ordenó papá entre dientes, y fue suficiente para que estallara.

—¡Váyanse a la mierda! —grité a todo pulmón—. ¡Todos ustedes pueden irse a la mierda!

Salí corriendo del despacho. Mis padres gritaron mi nombre, pero no miré atrás.

Me topé contigo en el corredor, Caín. Choqué con tal fuerza contra ti que por poco nos caímos.

—Charlie, ¿estás bien? —preguntaste. Lucías preocupado.

No me molesté en responder; seguí corriendo lo más lejos que pude. Algunos funcionarios del colegio me miraban al pasar. Unos cuantos intentaron detenerme, pero nadie lo consiguió.

Corrí hasta el patio trasero y me escondí entre unos árboles cercanos al muro que delimita el colegio. Me senté contra un tronco y hundí mi rostro entre mis piernas, hacía un esfuerzo sobrehumano por no gritar ni llorar.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora