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Hola, Caín.

Los días posteriores a ese maldito (pero hermoso) fin de semana transcurrieron con lentitud, desesperación y mucho dolor.

Llevábamos una semana sin dirigirnos la palabra. Apenas cruzábamos miradas. En realidad, era yo quien te miraba. Tú fingías que no existía, tal como antes de que nos hiciéramos amigos.

Intenté acercarme a ti durante la semana, pero acabé arrepintiéndome en cada ocasión. Temía que reaccionaras mal y que me insultaras, que me golpearas o que me hicieras algo peor ante cualquier intento.

Sin embargo, esta mañana de lunes me armé de valor y te seguí cuando fuiste al baño durante la hora de gimnasia.

Todos trotaban en la pista atlética, por lo que estaríamos solos. Cuando entré al baño de hombres, tú salías de uno de los cubículos.

Abriste los ojos de par en par al descubrirme frente a ti. Sostuviste mi mirada sin decir nada y mis piernas comenzaron a fallar. Tragué saliva, nervioso. Hasta mirarte me causaba pánico.

—C-caín —intenté decir—. Yo...

—¿Estamos solos? —preguntaste en tono mordaz.

—Sí.

Miraste sobre mi espalda y pasaste a mi lado para cerrar la puerta de entrada a los baños. Suspiré con alivio, porque pensé que te irías. Pusiste el seguro y, velozmente, te acercaste a mí, me tomaste de una mano y me arrastraste hacia el fondo de la habitación. No entendía nada, pero tampoco quise hacer preguntas.

—Escúchame, Charlie —dijiste cerca de mi rostro. Demasiado cerca. Prácticamente me tenías acorralado contra la pared—. No puedes hablarle a nadie sobre el beso, ¿entendiste? Ni siquiera a Nora, sobre todo a ella, porque es muy cercana a Luis. Si él o alguien más se entera de que me besaste, te harán la vida imposible y yo me meteré en graves problemas. —Tu rostro evidenció un gran temor mezclado con lo que adiviné como tristeza.

—No le diré a nadie, lo juro —farfullé en voz baja—. Pero, por lo que más quieras, perdóname. No volverá a pasar. Sigamos siendo amigos, ¿sí? —Mi desesperación era un tanto humillante, pero me dio igual.

Desviaste la mirada y resoplaste como si estuvieras cansado de la situación.

—Lo siento, Charlie, pero no podemos acercarnos —sentenciaste—. Por tu bien y por el mío, finge que nunca fuimos amigos.

No puedo creer que me hayas pedido algo tan imposible como olvidar algunos de los momentos más hermosos de mi vida.

—Pero Caín, yo... —Se me quebró la voz.

—Por favor, Charlie. —Cerraste los ojos y apoyaste tu frente sobre la mía; un gesto muy íntimo y cruel si de hacer que te olvide se trata. Una lágrima cayó por mi rostro y tú la limpiaste con una mano—. No hagas esto más difícil. Te ruego que te alejes de...

—Te quiero, Caín —interrumpí entre sollozos—. Me gustas demasiado. Me gustas desde hace muchísimo tiempo.

Me sentía liberado y frustrado al mismo tiempo. Liberado porque finalmente confesé mis sentimientos por ti, pero frustrado porque sabía que mi confesión no serviría de nada.

Me miraste con asombro, pero se convirtió en preocupación.

—No vuelvas a decir eso en voz alta —exigiste, negando con la cabeza—. No te convengo. Lo mejor que podemos hacer es alejarnos.

—Caín, yo te quie... —Cubriste mi boca con una mano para que no pudiera decir más.

—Por favor, no insistas —suplicaste, abatido. La tristeza se apoderó de tu rostro—. Es lo mejor para los dos. Hazme caso.

—Te quiero, Caín, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero... —seguí insistiendo cuando alejaste tu mano.

—Basta. —Te temblaba la voz—. No sigas.

—Te quiero mucho, Caín —insistí, incapaz de rendirme—. Te necesito, no te alejes, no te alejes, no te...

—¡Olvídate de mí! —gritaste con furia, pero bajaste el tono de voz cuando te diste cuenta de que podrían oírte—. No va a pasar, ¿entiendes? ¡Nunca pasará! ¡Me gustan las chicas, Charlie! ¡No vuelvas a acercarte a mí!

El impacto apenas me permitía mantenerme en pie. Tenía los ojos y la boca muy abiertos, el corazón latiendo más rápido que el de un colibrí y un montón de lágrimas empapando mis mejillas.

—No... no quiero que te acerques nu-nunca más. —Te costaba hablar. Ya no me mirabas a los ojos—. Olvídame, Charlie.

Caminaste hacia la salida. El dolor floreció desde mi pecho y se expandió por cada centímetro de mi sistema. 

—¡Espera, Caín! —rogué antes de que te fueras.

Corrí en tu dirección. Te giraste con hastío, lo que me intimidó, pero no desistí.

—¿Qué quieres? —espetaste—. ¿Acaso no fui lo suficientemente claro? ¿Es que eres masoquista o...?

—¿Puedo darte un último abrazo? —corté, devastado.

Pude notar el dolor que sentías. Pasaste una mano por tu cara y la detuviste en tu boca. Te removiste con indecisión, algo te frenaba y te empujaba al mismo tiempo.

—Está bien —respondiste al cabo de un rato.

Me aproximé a ti con timidez. Te envolví con mis brazos y lloré sobre tu pecho mientras temblaba como si me muriera de frío. Pasaron varios segundos sin que reaccionaras, hasta que devolviste el abrazo y me apretaste con tal fuerza que mi corazón se reconstruyó por un instante.

—Adiós, Charlie —dijiste sobre mi oído con la voz quebrada, matando mis esperanzas de que nuestro abrazo cambiara tu decisión o que durara para siempre—. Cuídate, ¿sí? Te quiero.

¿"Te quiero"? ¿En serio?

Abrí los ojos de par en par. Levanté la cabeza para mirar los tuyos y presencié lágrimas en ellos. Acababas de confesar que me querías y, si bien debería ser algo que nos hiciera felices y que nos volviera a unir, solo nos hizo peor.

—Caín... —susurré. No pude decir más.

Te separaste del abrazo, abriste la puerta del baño y saliste corriendo sin darme tiempo de volver a suplicarte o de pedirte una explicación.

Las palabras "te quiero" merodearon por mi mente durante el resto del día. No sabía si tomarlas como una declaración o como una despedida. Quizá fue lo último que te permitiste decirme antes de olvidarte para siempre de mi existencia.

Vuelve a mí, Caín. Estar lejos de ti me está consumiendo. Será difícil avanzar con aquel "te quiero" vagando a mi alrededor como un fantasma.

Vuelve, Caín. Por favor, vuelve.

Charlie.



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Gracias por no abandonar esta historia (a pesar de que se haya vuelto un tanto dolorosa). Su apoyo es todo ♥️ 

¡Los amo!

Matt.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora