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Sexta parte

📝

A pesar de que quería pedirte una explicación y de que el miedo a perderte me destruía, decidí no recriminarte de momento. No quería mostrar debilidad delante de tu padre ni darle la satisfacción de verme sufrir.

—Por supuesto que sabía sobre el viaje de Caín —mentí lo mejor que pude. La sonrisa triunfal de tu papá desapareció—. Él me cuenta todo, no nos guardamos secretos el uno al otro.

Casi me reí de mí mismo. Por supuesto que nos guardamos secretos, que te quisieras ir sin decirme nada lo dejó más que claro. ¿Qué sería de mí si un día te marchas sin decir adiós? ¿Cómo podré vivir en paz sin saber si estás a salvo?

—¿Por qué diablos no dijiste nada? —demandó tu padre, furioso—. ¡Mi hijo iba a largarse del país y nadie habría sabido sobre su paradero de no ser porque encontré el maldito pasaje de avión! ¿Te dijo en dónde viviría o de dónde sacaría dinero para comer? ¿Estás consciente de que pudo pasarle algo malo luego de marcharse?

—Ya le pasan cosas lo suficientemente malas en casa —repliqué con un sorpresivo coraje—. ¿O debo recordarle las heridas que usted mismo le provocó hace días? ¿Debo recordarle todo el daño que le ha hecho a su esposa y a su hijo?

El rostro del hombre se contrajo de ira y de terror. Miró hacia todas direcciones, tal vez asustado de que alguien oyera mis palabras.

—¿Cómo te atre...? —Empezó a decir, pero lo interrumpí.

—Escuche. —Me acerqué un poco más a él y lo miré fijamente a los ojos sin siquiera parpadear—. Puede que su esposa y que Caín le tengan demasiado miedo como para denunciarlo, pero yo no. Si vuelve a tocarlos, iré a la policía y les contaré todo. Sí, usted es abogado y seguro logrará salvarse el pellejo con facilidad, pero ¿cree que la gente confiará en un abogado acusado de maltratar a su familia? ¿Cree que nadie hablará sobre la denuncia y que no cuestionarán su veracidad?

Tu padre me miró con los ojos abiertos de par en par. No esperaba que alguien lo enfrentara de esa forma.

—No tienes idea de con quién estás tratando —amenazó entre dientes, su rostro rojo de ira—. Ten cuidado.

—Es usted quien debería tener cuidado —repliqué—. Recuerde que existen las redes sociales. Piénselo dos veces antes de hacer alguna calamidad, porque podría limpiar su nombre ante la justicia, pero no ante el resto de la gente. En cualquier momento su carrera y su vida podrían ser arruinadas para siempre.

El corazón me latía más rápido que nunca. Jamás mostré ese nivel de valentía.

Tu padre alzó una mano con la intención de golpearme, pero la detuvo a mitad de camino al escuchar:

—¿Qué está pasando aquí?

Era el profesor Adiles. 

—¿Acaso iba a golpear a un alumno? —le preguntó a tu papá—. ¿Qué tiene en la cabeza?

—Este niñato acaba de insultarme, simplemente iba a ponerlo en su lugar como cualquier adulto haría.

—¿Cree que golpear a los jóvenes es ponerlos en su lugar? —Adiles sonaba cada vez más molesto—. ¿En qué siglo vive?

El rostro de tu padre enrojeció de tal manera que tarde o temprano le saldría humo por los poros. 

—Vámonos, Caín —te dijo sin despegar la mirada de Adiles—. Ahora.

—Él no irá a ninguna parte —intervino el profesor—. Mi clase aún no acaba.

—Soy su padre.

—Y yo su maestro. —Adiles se paró con más determinación—. Trate bien a su hijo, señor, o me veré obligado a hablar con los asistentes sociales del colegio y contarles que tengo la sospecha de que Caín está siendo maltratado en casa.

Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora