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Primera parte

📝

Hola, Caín.

Esta tarde de sábado fuimos a los bosques.

Me estaba quedando sin opciones de ropa, así que me puse la oscura y gruesa que uso la mayor parte del tiempo. Pensé: "Si realmente quiere ser mi amigo, me aceptará con todo y mi extraño estilo emo-gótico".

Llegaste a buscarme a las cinco de la tarde, montado en tu bicicleta. La tuya era mucho más costosa y moderna que la mía, pero no me avergoncé. No podía pensar en nada que no fuera pasar unas cuantas horas a tu lado.

Cuando te examiné de los pies a la cabeza, tuve que morderme la lengua para no gritarte lo guapo que lucías. Vestías una playera blanca que exhibía tus brazos de venas marcadas y unos shorts deportivos que dejaban parte de tus tonificadas piernas a la vista.

Fue imposible no mirarte más de la cuenta. Creo que notaste lo mucho que veía tu piel expuesta, pero no dijiste nada al respecto.

—¿Listo para la aventura de tu vida? —preguntaste con una sonrisa.

Yo también sonreí. En ningún momento te fijaste en el hecho de que mi cabello me cubría la frente y parte de los ojos, pero sí en lo oscuro y carente de vida que era mi atuendo.

—¿No crees que deberías llevar otro tipo de ropa? —sugeriste con cierta timidez.

—¿Tienes algún problema con ella? —pregunté en respuesta, no molesto, sino que un poco dolido.

—Claro que no, Charlie. —Sonreíste nuevamente—. Es solo que hace mucho calor; no deberías vestir de negro ni llevar tanta ropa.

Por alguna loca y vergonzosa razón, nos imaginé corriendo desnudos en medio del bosque. No pude evitar que me ardieran las mejillas al pensarlo.

—Si quieres cambiarte, te esperaré —propusiste.

—Me gusta mi ropa. No me incomoda —mentí. Sí tenía calor, pero siempre he preferido taparme todo lo posible.

—¿Sabías que hay mujeres en el medio oriente que ni siquiera pueden mostrar las rodillas? —preguntaste entre risas—. En serio, Charlie, quítate algo de ropa. Hace demasiado calor.

—Prefiero que no —espeté.

Quise golpearme por hablarte con tal brusquedad, luego me di cuenta de que es lo mínimo que puedo hacer después de que te acercaras a mí por causa de Nora. Me propuse dejar de pensar en ello para que el dolor no me consumiera al estar contigo, pero es muy difícil olvidarlo.

Por suerte, no te molestaste por mi prepotencia. Al contrario; sonreíste.

—Como sea. —Te encogiste de hombros—. Vámonos.

Monté mi bicicleta y echamos a andar por las calles en camino hacia los límites de la ciudad. Ninguno de los dos dijo nada en el trayecto, pero, pese a nuestro silencio, no me incomodé, porque sentir la brisa contigo a mi lado fue suficiente para que estuviera a gusto.

Tras salir de la ciudad y adentrarnos en un camino de tierra que conducía hacia lo profundo del bosque, nos bajamos de las bicicletas para seguir a pie y conversar. Hacía más calor del que esperaba; que me miraras fijamente al deambular por la foresta no ayudaba en absoluto.

—Me alegro de que no renunciaras a la idea de ser mi amigo —dijiste de repente.

—Y yo me alegro de que no te asuste juntarte conmigo —admití.

—¿Por qué habrías de asustarme? —Hundiste el ceño.

—Ya sabes... soy muy raro, o eso es lo que dicen todos. No soy muy normal que digamos. —Forcé una risa para nada creíble.

Detuviste tus pasos y lanzaste tu bicicleta al suelo. Tu arrebato me sobresaltó.

—¿Qué rayos significa ser normal, Charlie? —demandaste con cierta molestia—. Si consideras que soy normal, entonces ya no quiero serlo. A la mierda la normalidad.

Sonreíste sin mostrar los dientes y me sentí conectado a ti. Es como si tu rechazo a lo que se supone que es normal nos acercara y nos enlazara de una forma inexplicable.

En ese momento, en medio de bosques frondosos y la brisa bailando a través de nuestros cabellos, comprobé que eras aquella persona empática que siempre quise conocer mejor.


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Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora