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Segunda parte

📝

A pesar de la alegría que me causaba estar a solas junto a ti, me sentía atrapado y excesivamente nervioso.

Tú demostrabas una seguridad digna de un gladiador, mientras que yo tiritaba y tragaba saliva como un pequeño en su primer día de clases.

Luego de las típicas conversaciones triviales, te acercaste a tu armario y sacaste un tocadiscos que, según me contaste, le pertenecía a tu abuelo, a quien no veías desde hace cuatro años. Instalaste el artefacto en el escritorio de tu cuarto y pusiste el vinilo de Guns n Roses que te regalé.

Mientras las canciones sonaban y llenaban la habitación, tú me hablabas de cualquier cosa que se te ocurriera. Me contaste acerca de tu familia europea, que sueles pasar los veranos en Los Alpes e incluso me hablaste de cuánto amas observar las estrellas desde el enorme techo de tu casa.

Estaba embelesado con la dulzura de tu voz y la belleza de tu rostro ante cada palabra que pronunciabas. Había un brillo especial en tu mirada, uno que nunca vi antes de hoy.

Me costaba un mundo hablar, no sabía qué decir. Solo tuve un amigo en toda la vida, uno al que no volví a ver después de que nos alejamos. No tenía idea de cómo charlar contigo sin que se sintiera forzado, así que me limité a escucharte y a atesorar todo lo que decías.

Me enteré de muchas cosas que no sabía sobre ti, como que odias el chocolate, que amas el sushi y que de vez en cuando miras animé. No entendía por qué me contabas todo eso, pero no me importaba. Estaba tan feliz por oírte hablar con tal naturalidad y despreocupación que todas mis interrogantes desaparecieron.

—Hagamos algo divertido —propusiste luego de muchas otras conversaciones.

—¿Algo como qué? —inquirí, avergonzado.

—No lo sé. —Te encogiste de hombros—. Dime tú.

Pensé mil cosas atrevidas e indecorosas, pero acabé sugiriendo lo siguiente:

—Podríamos ver una película.

Sonreíste, encendiste tu televisor y pusiste una película de humor cuyo nombre ni siquiera recuerdo, porque lo cierto es que no le presté atención.

Tú no hacías nada excepto mirar la pantalla y reírte. Yo te observaba y desviaba la mirada cada vez que te dabas cuenta de que te veía, hasta que ignoraste la película y cruzaste tus ojos con los míos.

—¿Te gusta alguien, Charlie? —preguntaste de golpe.

No alcancé a analizar bien tu pregunta antes de responder:

—Sí.

Alzaste las cejas y esbozaste una sonrisa cargada de insinuación.

—¿Cómo se llama? —consultaste—. ¿La conozco?

Ese "la" mató mis esperanzas de que hubieras notado que soy gay y que por eso decidiste invitarme a tu casa.

—Sí —respondí. Se trataba de ti, pero obviamente no iba a decírtelo. No todavía.

—¿Quién es? —Te entusiasmaste—. ¿Es Alison? Ella es muy bonita. Ustedes harían una linda pareja.

Sentí el impulso de reír. ¿Cómo decirte que no me interesa ser novio de Alison ni de ninguna otra chica?

Ni siquiera quiero ser novio de otro chico que no seas tú. Mi corazón tiene tu nombre tatuado en letras mayúsculas.

Espero que algún día te des cuenta de cuánto me gustas, Caín.


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Hola, Caín [Gratis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora