Capítulo 15

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Amira. 9 de Octubre a las 1.00pm.
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Cierro la oya dejando que repose el caldo, me asomo a la puerta del jardín viendo como la bebé rie jugando en la pequeña piscina que Jesus, en un gesto muy amable le compró.
Mi jefe sale del agua por las grandes escaleras, las gotas resbalan por su abdomen hacia su cadera perdiéndose en mi zona prohibida y mis labios se resecan como respeta.
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-No puedes resistirte a esto, Amira. -me susurro.
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Salgo hacia allí, la pequeña rie al verme a la vez que el pasa la toalla por su rostro secandolo.
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-Pequeña. -rio envolviendola en una toalla y cogiendola en brazos.
-No parece Octubre. -dice él.
-Es Marruecos. -digo riendo.
-Me gusta el clima. -sonrie.
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Dejo a la bebé sobre la toalla jugando en el césped, él se acerca provocandome un apocalípsis interno y bajo la mirada.
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-La comida ya casi está. -digo nerviosa.
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Voy a marcharme pero agarra mi brazo.
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-Sabes que no me interesa eso, llevas demasiado tiempo trabajando para mí. -dice tirando suavemente de mi brazo.
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Camino hacia atrás, quedo pegada a la vaya y siento sus ojos recorrer mi rostro con un brillo especial.
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-Te ves hermosa bailando. -murmura.
-¿Me observaste? -no lo miro.
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Agarra mi barbilla con dos de sus dedos haciendo que me frene bajo esa profunda y oscura mirada. Sus dedos se deslizan por mi palida mejilla mientras su aliento se mezcla con el mio matandome sigilosamente, baja esos mismos dedos a mis labios y los acaricia dulcemente.
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-Eres tan hermosa. -murmura.
-No puedo hacer esto, mi esposo... -me frena.
-Tu esposo no se enterará. -continúa.
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Mis uñas acarician su mejilla suavemente, agarra mi rostro con sus dos manos y cuando siento sus carnosos labios del pecado lo aparto suavemente.
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-No puedo, dejo obedecer a mi marido. -digo.
-Obedecer a alguien que no amas. -dice decepcionado.
-Jamás he negado eso, amo a mi esposo. -aseguro dandole la espalda.
-Pues señorita, usted me tiene muy loco y cuando un loco se enamora hace lo que sea para saciar su locura. -dice seguro.
-Pues si, está loco. -aseguro.
-Mi locura se llama Amira. -confiesa.
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Mi cuerpo se congela, siento como cada extremidad se desprende de mi cuerpo ante esas hermosas palabras.
Ojalá pudiera girarme, correr a sus brazos, besarle, decirle que jamás amé a mi esposo y que quiero estar con él, que me da igual la religión.
Me giro lentamente, Jesus me observa pero yo tan solo agarro a la bebé y entro en el apartamento.
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-¡Joder! -escucho su grito frutrado...

Tú eres mi religión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora