Hilo. (Brutasha)

26

Bruce salió de la oficina con su chaqueta en mano y la camisa completamente arruinada. Se pasmo al ver a Natasha sentada en completa soledad.

La pelirroja se puso de pie en cuento se dio cuenta de su presencia, aunque no dijo nada, solo se detuvo a mirarlo, asegurándose de que estuviera bien.

—¿Qué haces aquí? Pregunto con la voz profunda.

—Te llevaré a casa. Tus padres llevaron a Thor. Llevo su mano hasta la del rizado, entrelazando sus dedos con suavidad. Vamos, debes tomar una ducha y yo debo limpiar esa herida.

Bruce optó por asentir siguiendo el caminar de la pelirroja. Subieron al auto de Tony, el rizado se sorprendió al ver que ella conduciría pero prefirió tomar el lugar del copiloto y mantenerse en silencio.

Ninguno se atrevió a hablar, ambos se centraron en sus pensamientos mientras avanzaban en el ligero tráfico de la ciudad.

Entraron al elevador del edificio y parecía que su prioridad era mantenerse distantes. Aunque la frialdad de la pelirroja desapareció en cuanto entraron al apartamento del rizado.

Su corazón se desmoronó al ver la cara lastimada de su Bruce.

Con la misma confianza que la primera vez, Natasha dejo sus cosas sobre el sofá y camino hasta el baño. Bruce la siguió con la mirada, quizá no se sentía listo para explicar lo sucedido.

Fueron diez minutos los que Natasha tardo en aparecen, largos y tediosos para él.

—Ven. Pidió cruzando los brazos.

Bruce dudo pero se puso de pie y camino hacia ella. Se sintió completamente indefenso ante la mirada tranquila de la joven. Por un momento esa mirada fue casi idéntica a la que Tony le daba cada que cometía una travesura. Una mirada llena de cariño y comprensión.

Tomo la fría mano del pelinegro y lo guío hasta la silla que acomodó junto al lavabo.

Sin siquiera hacer contacto visual, quitó la camisa deshecha antes de empujarlo con suavidad para que se sentara.

Bruce entendió lo que ella tenía en mente, recostó la cabeza en el lavabo permitiendo que ella acomodara una toalla bajo esta.

El agua tibia y las manos de Natasha sobre su cabello lo obligaron a cerrar los ojos para disfrutar de la sensación.

La pelirroja sonrió todo el tiempo, jugando con los rizos y lavando con calma.

Si alguien le pregunta algún día su definición de vida perfecta, seguramente describa este momento.

Bruce supo que había terminado cuando una toalla cubrió su cara, una risita de Natasha se escuchó en cuanto se quejó suavemente.

Se sintió relajado, incluso la pelea con John desapareció de su mente. Estaba concentrado en el momento y en lo íntimo que estaba siendo.

Con bastante cuidado, Natasha limpio la pequeña herida de la barbilla de Bruce, poniendo un poco de desinfectante y evitando su mirada mientras lo hacía.

—Ahora estás limpio. Sonrió satisfecha y con orgullo. Voy a preparar algo para cenar, necesitas dormir.

Bruce asintió con la mirada baja, poniéndose de pie tras ella.

Por primera vez después de tantos días, Natasha se sintió con bastante apetito. Su boca se hizo agua mientras preparaba el spaghetti. Puso al vapor algunas verduras y mientras lo hacía el rizado no parecía tener intenciones de ayudar. Ni siquiera había salido de su habitación.

Mientras servía los platos, la presencia del joven la hizo exaltarse por la sorpresa.

—Creo que tengo hambre. Dijo con ambas manos detrás de su espalda sosteniendo algo.

—Claro que debes tener hambre, Tony me dijo que no comiste estos últimos días. De alguna forma Bruce se sintió regañado.

—Tú tampoco lo hiciste. Se encogió de hombros haciendo que ella rodara los ojos.

Se acercó a ella y suspiro mientras recorría su rostro con la mirada. Un sonrojo se apoderó de ella, una vez más rendida ante él.

—Te quiero dar algo, pero no quiero arruinar este momento. Su voz tembló un poco pero ella asintió.

—Nada arruinara este momento. ¿Está bien? Dijo con calma, él suspiro y le mostró lo que escondía detrás de su espalda.

Natasha vio la caja de madera negra detenidamente y no tardó en arrebatársela de las manos.

La dejo cuidadosamente sobre la mesa, botando el seguro con manos ansiosas y dejando ver el contenido.

—Esperaba dártelo para cuándo cumplieramos un mes. Se encogió de hombros pero ella lo ignoro, su atención se centró en el contenido de la caja. Es el reconocimiento que sí te dedique, la primer foto que tome y la primer foto que te tome a ti.

—Bruce... Alcanzo a decir antes de cubrir su boca con una mano, dando paso al llanto.

—Sí, te tome una fotografía en la fiesta de Peter... No debí pero tenía la necesidad de hacerlo. Se disculpó avergonzado.

—¿Tú... Tú me estás dando la primer fotografía que tomaste? Pregunto con emoción ignorando por completo el que Bruce la haya fotografiado sin su consentimiento.

—Sí. Es Peter la primera vez que durmió en casa. Llego unos días después de que me dieran la cámara. Sonrió con amor al recordar aquellos instantes. Estaba tan emocionado que decidí esperar para poder estrenar la cámara junto a él.

Natasha escucho atenta mientras tomaba con delicadeza la vieja foto. Algo desgastada de las esquinas y casi sin color debido al tiempo transcurrido.

Peter en pañales recostado sobre una cuna, una foto bastante emotiva si es que conoces la historia de esa familia.

Giró la foto y descubrió que detrás había algo escrito apenas legible debido a que la tinta estaba casi borrada.

Bruce Banner en la parte superior escrito, pero rayado como si el menor se hubiera equivocado.

Bruce Stark R. Escrito unos centímetros más abajo y con un rayón a modo de firma.

—No es lo mejor que puedo darte, pero vale mucho para mí. Dijo tímido al ver que ella no decía nada.

Levantó la mirada conectando con Bruce y sonrió antes de acariciar lo escrito con la yema de sus dedos.

La sonrisa se volvió más amplia al ver la fotografía que el rizado le había tomado sin avisarle.

Ella en la barra mirando a la nada y con una copa en la mano, sí que se ve bien. Toda una modelo, literalmente.

Ansiosa, giró la foto y se sorprendió al ver que también tenía algo escrito.

"Ahora el rojo es mi color favorito."