Capítulo 7

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Parker pasó la tarde en medio del trabajo y llamadas hasta que Melina entró en su oficina

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Parker pasó la tarde en medio del trabajo y llamadas hasta que Melina entró en su oficina. 

—Hola —dijo sentándose frente a él—. Has estado muy ocupado por lo que veo. 

     Parker le miró sabiendo que lo que en realidad quería era saber todo el chisme. 

—Eres peor que las trillizas —dijo y ella echó a reír—. No hay mucho que contar. 

—Pues cuéntame ese poco que sí se puede contar —dijo divertida e insistente.

    Su amigo dio un suspiro antes de dejar lo que hacía.  

—Ha vuelto conmigo —dijo y Melina le miró—. Es decir, no vamos a decirle a nadie, de momento no puede ser así. 

—Entonces tienes que quererla el doble —dijo y Parker sonrió—. Ella no debe sentir que la escondes, sino que la proteges. Cuando empiece a sentirse un secreto todo se va a ir al caño. 

—Lo sé —dijo Parker—, pero de momento no puedo hacer mucho y menos con la doctora esa. 

—Tienes razón —añadió Melina—. Lo de su novia ya debe saberlo, justo ahora seguramente estará furiosa y hay de dos nada más, o buscará venganza o se quedara callada esperando el momento y demás está decir que el momento es Perséfone.

—No voy a permitir que le hagan daño —declaró—. Cambiando el tema, necesito que me ayudes en algo. 

—Tú dirás —añadió Melina.

—¿Podrías buscar una casa cómoda para tres personas? —preguntó—. Ya sabes a nombre de quién el arriendamiento. Voy a traer a su madre y hermano para que no se sienta tan sola. Solo quiero que vuelva a ser la chica de antes. 

—Me parece estupendo y no te preocupes por eso, yo me encargo desde ya —dijo Melina poniéndose de pie para darle un beso—. Eres el mejor de todos y estoy seguro de que ella sabrá apreciarlo. Te aviso cuando tenga noticias de algo. Espero me la presentes pronto, siempre es bueno que la amante y la esposa lleven buena comunicación. 

    Parker estalló en carcajadas mientras su amiga lo veía y no pudo evitar contagiarse de su risa. Hacia tanto que no lo veía feliz que empezaba a extrañar a su amigo, el de antes. Él por su parte la vio irse y sonrió al darse cuenta de que Melina siempre sería incondicional. 

    Siguió con su trabajo y finalmente miró el reloj, eran pasadas las ocho de la noche y aún tenía tiempo para ir a verla.

    Se acercó a la oficina de Max y abrió la puerta sin tocar, como siempre. 

    Estaba acompañado de una mujer rubia, como todas las de siempre. 

—¡Largo! —dijo Parker mientras se acomodaba y la mujer observó a Max que asintió. 

DESHACER AL ÁNGEL. (El Club De Los Desterrados 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora