Perséfone seguía sin poder creer que Parker la hubiese golpeado.
Lo vio hacer un gesto apretando los labios como si se arrepintiera.
—Me golpeaste —dijo colocando su mano sobre su labio—. Te atreviste a hacerlo.
—Perséfone, a veces sacas lo peor de mí y es entendible que tenga una reacción violenta —dijo enojado—. No esperes que reaccione siempre con la misma paciencia hacia ti. A veces no soporto tu comportamiento.
—¡Lárgate! —dijo señalando la puerta mortalmente ofendida y sin saber por qué la trataba así—. ¡Lárgate y no vuelvas!
—¡No voy a irme! —dijo enojado alzando la voz con tono severo y amenazante—. Eres mía y como tal debes hacer lo que digo, estoy harto de ser siempre tu idiota. Ven aquí ahora mismo.
El tono acerado aunque pausado de su voz la hizo observarlo, parecía furioso y a punto de explotar y no es que dudara de que Parker tuviera esas explosiones pero jamás dirigía su furia hacia ella, no importaba qué, nunca en todo el tiempo juntos le había ni siquiera alzado la voz sin razón.
Parker era razonable con ella, siempre y trataba de mediar cualquier cosa, si algo le molestaba lo hacía saber de inmediato. Le miró una y otra vez y recordó las veces que ella estalló de coraje y aún cuando le decía que no la tocará a gritos Parker se detenía.
—¿Por qué estás haciendo esto? —dijo sin acercarse.
—Todos tenemos un límite —dijo con el gesto de desagrado—. Tú comportamiento me asquea.
—Nunca te ha molestado que beba en las fiestas —dijo intuyendo que eso le molestaba.
—Como dije, todos tenemos un límite —repitió.
—Tú no —dijo ella—. No conmigo.
—No me conoces —respondió tratando de acercarse.
—No te acerques —dijo Perséfone mientras retrocedía.
Se situó sobre el tocador y miró a su esposo que parecía acercarse cual cazador.
—Será mejor que te vayas y vengas cuando estés tranquilo —dijo pero no pudo escapar cuando lo tuvo enfrente.
La luz de la ventana iluminaba la cara de su esposo que la tomó de la muñeca con tanta fuerza que la hizo gritar de dolor.
Intentó liberarse pero la sujetaba tan fuerte que temía se la fracturara. No pudo evitar mirarlo una y otra vez pero había algo que no encajaba.
Tomó lo primero que vio sobre el tocador y lo golpeó en la frente haciendo que la soltara de inmediato.
—¡No eres Parker! —dijo mientras lo veía agarrarse la frente.
El olor de su perfume inundó la habitación de inmediato mientras los cristales caían al piso por lo que Perséfone le pateó el rostro observando la herida en su frente; miró las llaves de su auto sobre la mesilla, las tomó rápidamente y salió corriendo de la habitación para huir.
—¡Perséfone! —Escuchó sus gritos—. ¡Vuelve aquí, estúpida zorra!
Subió a su auto y lo encendió conduciendo a velocidad por la calle sin saber a dónde ir.
Finalmente fue a dónde podría saber lo que pasaba de verdad.
Las manos le temblaban y por un momento se sintió perdida.
Se detuvo frente a la propiedad y aporreó el timbre sin piedad hasta que vio a la nana de Sam salir alarmada y abrir la puerta.
No esperó a más y se metió a la casa dando de gritos.
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DESHACER AL ÁNGEL. (El Club De Los Desterrados 4)
RomanceParker Walsh Welshmen ha escondido su identidad por diez años cultivando misterio y escepticismo a su alrededor, con el apodo del ángel y con una camaleónica personalidad, solo un puñado sabe en realidad su origen y su verdadero rostro. Con un amor...