Capítulo 22

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Parker se dirigió a casa de Perséfone pensando en que tal vez era el inicio de algo bueno para Hurs, que quizás su punto de ruptura había llegado y con ello quizás Hurs podría por fin ser un hombre feliz

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Parker se dirigió a casa de Perséfone pensando en que tal vez era el inicio de algo bueno para Hurs, que quizás su punto de ruptura había llegado y con ello quizás Hurs podría por fin ser un hombre feliz.

    Aparcó frente a la casa de Perséfone y contrario a lo que creyó fue recibido por su suegra que lo miró con el desagrado de siempre e incluso creía que cada vez le odiaba más. 

—Perséfone está dormida —dijo sin moverse un ápice de la entrada. 

—Igual voy a ver a mi esposa —aseguró metiéndose, haciendo hincapié en la palabra esposa y enfilando a la recamara.

—¿Prometes que no la dejaras morir? Escuchó la voz de la mujer y se detuvo antes de girar a verla—. Parece que todo gira sobre ti y no te das cuenta de que mi hija sufre. Desgraciadamente te adora quizás más de lo que se quiere ella misma, le haces daño viviendo con otra mujer. No te das cuenta de que siendo tan joven mi hija ha llorado más que nadie porque ha perdido mucho más de lo que ha ganado. ¿Qué le ofreces además de dinero y tu supuesto amor? Ya me cansé de pedirle que te deje y me resigné a que seguirá a tu lado y como a ella no puedo pedirle más te lo voy a pedir a ti apelando a que algo de bondad debe haber para su vida si es que la quieres de verdad. —Se limpió las lágrimas—. Mi niña ya no espera nada de la vida, está resignada a quedarse a tu lado y morir a tu lado si eso es necesario. Yo la creo capaz de todo por ti, de todo. Solo quiero que prometas que vas a protegerla por encima de cualquier cosa. 

    La mujer se acercó a Parker que acortó la distancia y se plantó sobre ella. 

—Quiero que cuando inicies todo, no permitas que nadie la lastime. —Finalizó antes de soltarse a llorar y Parker la abrazara tratando de darle consuelo. 

—Le prometo que nadie le hará daño —dijo y por alguna razón la mujer le creyó. 

    Podía decir mil cosas horribles de él, pero negar que la amaba no. Parker había llegado a la vida de su hija para destrozarla pero también para hacerla feliz cuando Topacio había muerto. 

    Ella nunca le diría a Perséfone la verdad de la mujer, no la haría sufrir más y esperaba que Parker mantuviera su palabra de no hacerle más daño.  

—Supongo que sabes quién era Topacio —dijo mirándolo—. No creo que a estas alturas haya algo que no hayas investigado ya de mi hija. 

    Parker asintió. 

—¿Por qué has callado? —preguntó.

—Por ella —dijo con seguridad—. No voy a hacer que sufra más. 

—¿De qué hablan? —dijo la voz de Perséfone que los hizo callar a ambos. 

—De nada —dijo Parker girándose hacia ella y acercándose.

    La chica le sonrió y se dejó envolver por los brazos de su esposo que le tomó la mano y la llevó a la habitación dejando a la mujer en la sala.

DESHACER AL ÁNGEL. (El Club De Los Desterrados 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora