Capítulo 53

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Miró a Perséfone con ojos muy abiertos y directamente a los ojos antes de mirar a Blake. 

—Déjame solo por favor —dijo y ella salió de inmediato.

    Su esposa le miró retándolo a que dijera algo o hablara algo que la desalentara. 

—Estás embarazada —dijo en lo que en opinión de Perséfone fue de desaliento—. Vas a tener un hijo y recién me entero. 

—Me enteré hace unos días —dijo ella—. Las terapias me ayudaron a darme cuenta de que debía dejarlo ir. No di tanta importancia ni me obsesioné con la menstruación. Tuve la sospecha pero me rehusaba a caer en lo mismo. Hasta hace unos días. 

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó. 

—Hace días que no llamas —respondió y que tampoco contestas las llamadas.

—Has venido porque no te tomó las llamadas —dijo inquieto—. En el día no puedo, Perséfone y en la noche a veces estoy cansado. 

—Pero podrías enviarme un mensaje, algo que me diga que estás vivo y bien. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Cada día leo el periódico, leo en redes, veo la televisión buscando saber de ti, es inhumano que no me escribas cuando menos para decirme que estás bien. 

—Lo siento —dijo con arrepentimiento—. Aún así, lo mejor es que te vayas, no quiero que estés aquí y ya mismo te regresas. 

—Puedo volver mañana —dijo ella—. Hoy podemos…

—¡No! —gritó haciéndola saltar—. No, no, no. Vas a irte ahora mismo en el primer vuelto y vas a quedarte donde te dejé. 

—¿Por qué? —dijo frustrada—. Puedo quedarme esta noche, mañana volveré. 

—¡Que no, Perséfone, que no! —gritó tan fuerte que pronto sus amigos aparecieron—. ¿Cómo pudiste venir sabiendo que estás embarazada? ¿Sabes que alguien te pudo ver? ¿Que pudieron hacerte daño? ¿No me pensaste en eso? 

—Me aseguré de que…

—¡Me aseguré, nada! —gritó furioso—. No puedo creer que hayas venido hasta aquí solo porque no respondí mensajes. 

—No puedo creer que me estés tratando así —dijo ella—. Al menos esperaba que por una noche mi esposo pudiera pensar en otra cosa que no fuera arrancar cabezas. 

    Sus ojos acuosos en ese momento no surgieron el efecto que comúnmente causaban en él. Se sentía indefenso y en pánico. 

—Te vas ahora mismo —dijo Parker tomándola del brazo y llevándola hacia la puerta. 

—Parker —dijo Hurs—. Por qué no tratas de…

—¡No! —gritó—. No me pidas que me calme cuando se ha atrevido a arriesgarse y a arriesgar a mi hijo. Fui claro cuando dije que se quedara donde la dejé, no voy a tolerar que ella suponga un óbice. 

    Hurs cerró los ojos al escucharlo y él lo hizo cuando se dio cuenta de lo que dijo. 

    Se giró hacia ella que le miraba desde su sitio y que solo tiró de su brazo antes de darse la vuelta y caminar a la salida. 

—Perséfone —dijo pero ella no se detuvo—. ¡Perséfone ven aquí!

    Ella se detuvo unos pasos adelante antes de girarse. 

—No me gusta ser el obstáculo de nadie —dijo con seguridad—. Vine porque estaba preocupada por ti, pero ya vi que estás bien. Espero que lo que has esperado siempre te salga como esperas, yo no estorbó más. 

DESHACER AL ÁNGEL. (El Club De Los Desterrados 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora