Capítulo Cuatro

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La mejor fiesta de tu desafortunada existencia.

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Ya no tenía hambre.

De pronto me asaltó la desagradable sensación de tener un vacío en la boca del estómago. Me gruñían las tripas sin sentir hambre, las yemas de mis dedos estaban frías teniendo calor.

Me encogió el corazón ver la cara de decepción de la tía Jenna. Sé que deseaba darme una merienda en familia, pero después de eso, la amenaza y la promesa de Hyson de hacerme la vida imposible, muchos más que ahora, logró bajarme el ánimo.


Y sospecho que también me quitaría el sueño pensar en cómo se suponía que yo iba a ganar esta guerra.

No era astuto, ni malévolo, ni una mente maestra y mucho menos tenía un poco de Hitler en mi cuerpo para considerar la posibilidad de salir vencedor.

Yo mismo acabo de mandarme a la tumba. Y gracias a eso no salí de mi habitación el resto del día.

Me senté frente a mi máquina de escribir. Sin embargo, mi mente estaba en blanco, sin ideas, sin inspiraciones, sin nada revelante y mucho menos interesante.

Me di por vencido un rato después, decidiendo revisar los cajones hasta encontrar parte de una canción que surgió en mi mente hace dos días:

Dos corazones en un solo hogar.
Inquebrantable esto que tú y yo tenemos, cariño.
Tanto amor que merecemos. Respiraré por ti, cueste lo que cueste.
Tomas mi mano y me llevas a nuestro hogar.

Suena bien, pensé, de modo que me encaminé en busca de mi  guitarra a ver que tal sonaba, pero recibí una llamada de Mark.

-Todo lo malo desaparece cuando estoy con ella-decía Mark en tono meláncolico-. Escribe esa mierda.

-No rima-le dije-. Eres pésimo para tantas cosas, ¿lo sabías?

Cuando Mark y yo activabamos nuestras lenguas y comenzabamos a charlar el tiempo volaba. Miré el reloj. Llevabamos dos horas navegando en temas desde exnovias de Mark, animes, memes y videojuegos,  culminando con la inesperada canción que se me ocurrió y no pude terminar.

Mark quería terminarla por mí, pero las letras no son su fuerte.

-Ser bueno en béisbol es suficiente-rebatió-. Al menos en eso soy mejor que tú ¡ah! Y en las peleas.

-¡Joder! ¡Que medía dos metros y tenía como cien kilos de músculo!-me defendí y Mark continuó burlándose.

Era de esos amigos que no te dejaban olvidar tus peores momentos, como ese: en secundaria, Josh, un chico predominante a golpear a los flacuchos como yo me metió de cabeza en la basura durante dos semanas y Mark lo revive en cada oportunidad solo para sacarme de mis casillas.

-Te estoy diciendo que Josh era un año menor que tú y dos cabezas más pequeño...

-Pero...

-¡Cállate, bastardo interruptor!-exclamó-. Eres vanidoso y no te callas aún sabiendo que no tienes razón-trago saliva y dijo-: voy a decir eso en tu funeral.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora