Capítulo Treinta y cuatro

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Una tarde con Green Day que salió mal

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Haiden

Hyson volvió a casa una semana después.

Y esos siete días que estuvo en prisión fueron una eternidad tanto para él como para nosotros. El apellido de la familia, sostenido por cuatro fuertes pilares con dólares manteniéndolos firmes temblaron como atacado castillo en épocas medievales.

La verdadera historia sobre el encierro de Hyson, que despertó al mundo entero como una epidemia, no era certera ni en Asheville.

Solo la conocíamos los que estuvimos en el momento de los hechos.

Mi tía Jenna, al volver a casa y traer consigo a los mejores doctores se encargó de hacer unas llamadas para evitar que el rumor, que se esparcía tan rápido como el coronavirus, llegase a los curiosos oídos que caminaban por la tierra.

Los noticieros contaron los acontecimientos de forma muy distinta, lo que solo causó que el nombre de mi primo fuese más popular. De canal en canal solo veías a gente marchando en su nombre, luchando por su liberación, reclamando un derecho que, sin dudas, Hyson no merecía.

Esos movimientos pasaron también a las redes sociales, y cuando menos lo esperé Twitter, Instagram, Snapchat, Facebook, Telegram y toda red de comunicación existente tenía la cara blanca y rubia de Hyson en sus muros.

Con respecto a la gente de Asheville, eso de que Hyson mató a dos hombres de la forma más brutal posible era algo que semejante ser tan amable y divino nunca podría cometer.

Ni siquiera en el nombre de la justicia.

Ese hermoso chico no pudo destrozar la cabeza de dos personas.

》¡Como debe estar sufriendo en esa horrible prisión!

Los Evans son una familia humilde a pesar del dinero, que el Señor los libere de tan terrible malentendido.

El asesinato es para personas sin alma, y sin duda ese chico la tiene.

Esos eran solo algunos de los comentarios que recorrían el pueblo.

Nadie aceptaba la verdad, en parte, porque no se les permitía verla directamente. Pero si de algo estoy seguro, es que ni porque la verdad les brille en la cara van a cambiar de opinión.

Entonces, cuando mi primo se bajó de la patrulla, con su cabello rubio hacía atrás, los ojos azules brillantes de indiferencia y las manos con las esposas todavía aprisionándolas, supe que no estaba traumado ni mucho menos alterado.

Estaba...bien.

Igual de amargado que siempre.

Los policias saludaron amablemente a Joe y a Jenna, liberaron las manos de Hyson y lo dejaron con nosotros. Hyson se acarició las muñecas y se sacudió el traje naranja que les daban en la cárcel.

Heron, Jenna, Joe y yo lo esperabamos en la sala principal con un ridículo cartel de bienvenida.

Mi tía de verdad pensaba que esos carteles subían tu estado de ánimo.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora