Capítulo Treinta y uno

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Problemas acomulados

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Hyson era una bola de furia contenida solo por el bebé en su pecho.

Sus puños estaban tan apretados que sus nudillos se volvieron blancos, las venas se marcaban en sus fuertes brazos; los dientes presionando unos contra otros  como cadenas arrastradas, la respiración tan agitada que parecía no alcanzar el aire y la característica que nunca faltaba: el semblante perfectamente cabreado.

¿Cómo una persona podía guardar tanto odio en su interior? ¿Cómo cualquier sentimiento podía convertirse en ira?

Heron ya no era el mismo de antes. Estaba mostrando miedo, todos sus huesos lo gritaban.

Aunque no era miedo por él en lo absoluto.

No sé cuanto tardamos en llegar exactamente, pero cuando el enorme local de bolos, rodeado de un vidrio tan fino que podría romperse al tocarlo me indicó que estabamos donde debíamos, las piernas me fallaron.

-Es aquí-dice Hyson.

Heron saca la pistola de la camioneta dejándola en manos de Hyson. Luego toma a Harry en brazos, que estaba tan dormido que apenas le daba tiempo llorar.

Alrededor de la tienda de bolos todo era la más profunda oscuridad.

Desde aquí el interior era visible. Podíamos ver a familias y amigos pasando el rato, felices y despreocupados sin pensar que alguien moriría hoy.

Porque alguien morirá hoy.

-¿Quién es el blanco?-le pregunté a Hyson, ojeando el reloj.

Teníamos tres jodidos minutos para derramar sangre.

Hyson estaba tan furioso que casi podía tocar la ira emanando de su cuerpo como un escudo protector. Tanta era que la pistola temblaba en su mano. Repetí la pregunta apoyando una mano en su hombro. Como respuesta la retiró de un manotazo, blasfemando algo que no pude escuchar mientras miraba dentro del local, específicamente a un hombre de cincuenta y tantos que atendía con una gran sonrisa a sus clientes.

-Se llama Michael-habló. Tenía la vista fija en el hombre. Sin parpadear y sin expresiones en el rostro-. Es el único amigo vivo de papá. El único que me cuenta cosas sobre él y no lo excluye como si fuera una plaga-le quita el seguro al arma y coloca un dedo en el gatillo-. Es lo único vivo de mi padre que me queda, Grover. Y ahora le voy a disparar en la maldita cabeza.

Dos minutos.

Hyson se veía muy afectado. Era obvio que no quería hacerlo, se estaba ahogando y no podíamos lanzarle un salvavidas.

Un minuto.

Se afinca con más fuerza al arma por el temblor de sus dedos.

Heron realizó lo que estaba pensando: le puso una mano en el hombro como apoyo. Hyson aceptó la muestra de afecto.

No hay nada que no acepte cuando se trata de su hermano.

Mi primo apuntó al hombre que lo había ayudado en el tema más importante para él: su preciado padre. La sorpresa que sentía era sobrehumana, es decir, el labio inferior de Hyson vibraba tanto como el resto de él.

Sinceramente llegué a jurar que esta iba a ser una de las tantas veces que asesinaba a alguien y después de todo Campeón no conseguiría nada. Pero esto, molestar tanto a Hyson poniendo a prueba su cordura, golpeandole donde más le duele como nadie lo ha logrado antes...

Creo que esta situación es mucho peor que El Águila. Creo que Campeón es mucho peor.

Titánicamente peor.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora