Capítulo Cuarenta y seis

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Tres es mejor que Dos

En el final del capítulo cuarenta y cinco agregué un corto pero importante diálogo que es vital en la historia. Les recomiendo que vayan a leerlo y vuelvan acá, darlings.

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Haiden

Tiempo.

Horas.

Minutos.

Segundos.

Era lo que tanto queríamos y no teníamos.

Asheville también lo percibió, pues un denso cielo gris con perturbantes nubes oscurecidas me pareció más un símbolo de advertencia que un simple hecho de la naturaleza.

Tres llamadas seguidas de un número desconocido entraron en mi teléfono al son de una canción de Twenty One Pilost. Estaba segurísimo de que era Hyson, que con su conducta inclinada al acoso lo había conseguido de alguna forma. No contesté, tampoco quería, pero al cuarto tono recordé el día que recibí la llamada...la llamada que me puso al tanto de la muerte de Hope. Lo relacioné con ese momento porque el escenario que me rodeaba me resultó muy similar: la corazonada amarga, la insistencia en las llamadas, mi máquina de escribir increíblemente fría de repente...

Decidí enviarle un mensaje

Yo: ¿Qué mierda quieres, Hyson?

Al instante, contesta.

Hyson: no creo llegar a tiempo a Heron, necesito que por favor vayas a la Mansión y lo detengas, por favor Grover, por favor.

Sentí un fuerte escalofrío.

Hyson nunca decía "por favor", mucho menos a mí, mucho menos tres veces en una misma oración.

Algo ha pasado.

Empecé a escribir otro mensaje cuando me entra una llamada. Ni siquiera miré de quién se trataba.

-¿Hyson?-murmuro.

-Haiden...-la voz de Heron, desolada, angustiada y tan vacía que parecía brotar de un enfermo hizo que me levantara de golpe, como si la silla de repente hubiera estado cosida con electricidad. Cae hacía atrás y se estrella contra el piso.

Se me secó la boca.

Podía ver la cara enrojecida de Heron, su cabello rojizo cayendo sobre su cara, sus ojos celestes, lágrimas grises, brillantes, boca entreabierta, mano débil sosteniendo el teléfono, sus audífonos en el cuello...

-Heron-dije, tan preocupado que parecía una tortura-. ¿Qué tienes? ¿estás herido? ¿tropezaste con algo? ¿sangras? ¿necesitas una curita? Puedo conseguirte una curita, también un botiquín y una ambulancia si lo deseas. Dame cinco minutos.

-Haiden, tranquilo. No necesito nada de eso-balbuceaba-. Más bien me estoy despidiendo de ti.

Está drogado, fue lo primero que pensé, y luego, fruncí el ceño.

-Tú...¿Qué? ¿Te...inyectaste algo?

-No viene al caso, primo. ¿Recuerdas lo que te dije en la casa del árbol? ¿lo de sentir el filo?

Claro que lo recuerdo. Un miedo paralizante me atropelló el cuerpo.

-No...

-Si, Haiden, si.

-No, no puedes...

-Voy a hacerlo-asegura lo que no deseaba escuchar.

-Heron, espera, hablemos de esto...-tomé una chaqueta y empecé a buscar las llaves del auto. Revisé cajones, bolsillos, mesones y cajas...no aparecían.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora