Capítulo Veintiuno

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Golpe Fatal

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Relacionaba el término ahogarse con este preciso instante. Mis músculos estaban tensos y el sabor salado del agua llenaba mis pulmones hasta hacerlos colapsar.

Desde que estoy en Asheville decidí recorrer un mar desconocido sin leer las precauciones. Solo me subí al bote y me dejé ir hasta que, un día, el bote empezó a hundirse y allí entendí que no tenía lo necesario para sobrevivir.

Ahí recorde todo lo que dejé atrás...cuando ya era demasiado tarde.

Asheville no es mi hogar. Aquí no están mis padres, ni mis amigos, ni mi futuro, pero me permití verlo así, olvidando que a ocho horas de este lugar soy un Haiden que vino a escribir un libro para seguir su sueño. Un Haiden que tiene a un Mark, a una Amy, una casa donde no hay problemas ni venganzas...

Abandoné la razón principal que me trajo a donde estoy ahora.

Ya no sé quien diablos soy, no sé en qué me he convertido, y escuchar el llanto de Amy no me hizo sentir mejor. Nunca antes la había hecho llorar.

Provoco su dolor.

Entonces pensé: ¿de verdad le fui infiel todo este tiempo? ¿de verdad me acosté con Kay no una sino dos veces sin recordarla en lo más mínimo?

La verdad era que no pensaba en ella desde hace tanto tiempo que parecía una eternidad. Creo que tuve amnesia y al fin estoy recordando todo.

Me siento de la mierda.

Porque en parte todo este amargo sentimiento se debe a que deseo terminar con Amy. Está claro que he visto Asheville con otros ojos.

Y que, en definitiva, no quiero irme.

No quiero dejar a Kay.

Respirando profundo, decidí terminarle. Claro que no le voy admitir estar enamorado de otra persona, no cuando Amy fue una novia que me complementaba y estuvo conmigo en los momentos difíciles.

Me siento en la punta de mi cama con una mano restregándome la frente y con la otra sosteniendo el teléfono.

-No llores-pedí-por favor, para ya.

Podía verla sentada igual que yo, con las pijamas cortas que odiaba que usara y el cabello pelirrojo cayendo sobre su cara. Amy lloraba con ganas, como si hubiese matado a su gato.

-¿Cómo no quieres que llore?-replicó entre sollozos-no sé nada de ti desde hace semanas, Haiden, ¡semanas! No has intentado llamarme, ni siquiera a Mark. Nos abandonaste...me abandonaste.

-Amy...

-¡Lo prometiste!-me grita con voz rasposa-prometiste que no dejarías de llamarme. Me dijiste que me amabas...¿Por qué has cambiado, Haiden? ¿Qué te han hecho?

-Yo...no lo sé. Las cosas han cambiado.

-¿De que forma?

-Yo he cambiado-no quería añadir nada más.

-Voy a buscarte-insistió-. Puedo ir a buscarte y traerte conmigo, no puedes seguir ni un segundo más en ese pueblo o te perderé.

-No vengas-susurré.

-Al menos solo déjame verte-lloriqueó-. Déjame ir a abrazarte y me devuelvo ese mismo día.

Solté el aire que tenía contenido.

-No quiero que vengas a Asheville-cada palabra que soltaba era como una puñalada en el estómago.

-¿Por qué?-cada vez hablaba más bajo-¿Ya no quieres...no quieres...?-y llora más fuerte.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora