Capítulo Treinta

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Un bebé, un Campeón=muerte segura.

Un bebé, un Campeón=muerte segura

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El timbre insistió.

Me puse más blanco que el papel a medida que Hyson y Heron me intercambiaban miradas sospechosas.

Jason nos está esperando del otro lado con la motosierra.

Sin alternativa, los tres caminamos a la puerta principal y ya frente a ella, observando la negra silueta de Jason, las miradas que ahora intercambiamos eran de despedida. Hyson, que estaba en el medio de ambos tomó la manilla y abrió la gigantezca puerta al completo.

Mi corazón, que estaba preparado para tomar las riendas sobre mi cuerpo y sacarme rápido de la Mansión en caso de emergencias, sufrió un ataque tan drástico que estiró la pata enseguida.

Me sentí caer de bruces contra el suelo.

-¿Helena?-exclamé con horror, bajando la mirada rápidamente. Mi horror se mezclaba con la sorpresa.

Y yo que pensaba que era Jason, pero noooo, era algo mucho peor.

Helena Evans era la primera hija de la hermana mayor de Jenna y mi madre

Tenía largo cabello rubio suelto y disperso, pequeños ojos azules, sonrisa dulce con leves arrugas en sus ojos cuando te quería matar mentalmente. Sus facciones eran finas, esculpidas por los ángeles, sin fallas, sin nada que te indicara que era una mujer corriente.

Parecía una diosa por fuera pero como era de esperarse en esta familia, el diablo por dentro.

Mantengo la creencia de que si la miras a los ojos te convierte en piedra.

Eso me digo para no mirarla y recordar el pasado.

A sus veinticinco años ya era exitosa en el área de arquitectura.

Digna de su apellido.

Nuestras miradas se posaron en lo que cargaba con cuidado en sus brazo. Era un bebé con una mata de pelo negro y grandes ojos celestes.

-Maldito pueblo asqueroso-es lo primero que dice, echándose protector para mosquitos tanto a ella como al bebé-. Hola, primos. ¿Puedo pasar?

Heron suelta un ¡zap! Por lo bajo y los tres nos apartamos de la puerta.

Con sus tacones negros rezonando entró a la Mansión.

Mantuve la vista fija en la pequeña criatura.

-Haiden-comenzó a decir Helena, sorprendida de verme-. Jenna no me dijo que estabas aquí. Después de la muerte de Hope podía jurar ante los dioses que no te volvería a ver en Asheville

-Estoy escribiendo un libro, único motivo por el que estoy en el pueblo.

-No creí que ningún motivo fuera suficiente para traerte de vuelta-se limita a responder, escondiendo su semblante apenado.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora