Capítulo Cuarenta y dos

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El fuego también llora, y lo más bueno también se puede torser.

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Haiden

Las tres de la mañana, un número temible para los supersticiosos.

Yo no estaba entre ellos.

Desde mi punto de vista, las tres de la mañana significa comida-pre-desayuno, una rutina que iba más allá de la costumbre. Era, más bien, cuestión de supervivencia.

Bajo las escaleras lo más silencioso posible, con el objetivo claro: la hamburguesa de la cena.

A medio escalón escucho un ruido, como si alguien buscara un objeto entre tantos. Con la desconfianza que este lugar me inspira, tomo el bate de Hyson, que reposaba junto a los paraguas, envuelto en sangre como una cobija. Hice una mueca de asco y me puse en posición de ataque, llegando a la cocina con pasos inseguros, pues, las luces estaban apagadas y no veía una cagada.

Apretando los ojos noto una silueta en mi territorio, y con la certeza de que no era ningún Evans, encendí la luz.

-AHHHHHHHHHH-exclamo, con el bate en el aire para golpear a quien quiera que tome mi comida.

Una Camille sobresaltada me recibe con la boca llena de oreos.

-¿Camille?-pregunto lo obvio y bajo el bate-¿Qué demonios haces aquí?

Ella tenía el pelo recogido en una oscura trenza, los ojos claros centelleaban chispas de ¡me descubrieron! ¡me descubrieron! y en su cuerpo llevaba una pijama que consistía en una franela de Hyson que terminaba más abajo de sus rodillas.

Se veía muy pequeña.

Bueno, es pequeña.

-En casa se acabaron mis oreos-contesta, midiendo sus palabras para no equivocarse-. Se han acabado. He venido por más.

-Te acabaste toda una reserva, Camille-señalo la bolsa vacía en su mano-. Ese era el último paquete.

-Necesito-dijo en un puchero-. Las necesito.

-No es así-niego, acariciando su hombro para reconfortarla-. Desde que llegaste has aprendido muchas cosas, y vamos, son solo galletas.

Me fulmina con la mirada.

-Si, y la hamburguesa era solo comida-contesta, molesta.

-¿Cómo sabes de mi hamburguesa?-dije con el ceño fruncido.

-La encontré, ¿Y adivina?

Me cubrí la boca con ambas manos.

-No-dije-. No te atreviste.

Asintió.

-Si, Haiden, ya está en un lugar mejor.

Me arrodillo dramáticamente.

-¡Noooooooooooo!

-Vamos, es solo una hamburguesa-utiliza mis palabras en mi contra.

Me levanto.

-Ahora somos enemigos.

Camille ríe, pero la detengo diciendo:

-Ya, en serio, no puedes estar aquí, ¿Entiendes que debes permanecer en la casita de húespedes hasta que sepamos que hacer contigo? ¡oh! Si la tía Jenna te ve, no tengo dudas de que va a usarte como campaña publicitaria luego de entregarte a la policia.

-No quiero estar allí todo el día.

-No comprendes la gravedad de la situación-dije en tono paterno-. Estás muerta, Camille, bien muerta para todo Asheville, además, hombres malos te buscan, a todos. No podemos arriesgarnos a que nos encuentren.

DULCES MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora