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Al entrar por la puerta, Alfred se va directo a abrazar a Amaia con fuerza. Por nada del mundo le soltaría, la ve tan frágil y tan hundida que podría jurar que esa no es su novia. La chica no encuentra el consuelo que necesita entre los brazos de su pareja, sólo puede llorar y temblar. En este momento, ahora más que nunca, es cuando más miedo tiene de que su carrera se trunque y es consciente de que la única culpable de que eso suceda es ella misma.

—Venga, tranquilízate, Amaia —susurra Alfred mientras le acaricia la cabeza—. Ya verás como a Javi se le pasa el enfado en nada.

—Es un cabezota —dice la chica mientras intenta mantener a raya su disgusto—. Seguro que mañana me planto sola en el aeropuerto. Y tú sabes que me da mucho miedo viajar sola.

—Tranquila. Yo mañana tengo una reunión con Dueñas para concretar los tiempos de mezcla del disco y eso, pero si tú quieres la cancelo y te acompaño al aeropuerto —el chico le acaricia la cara con la intención de que ella se relaje un poco.

—No, no, Alfred. Ya sabes que no quiero que mis mierdas puedan interferir para nada en tus asuntos. Me las apañaré, que también va a estar Raúl y eso —la chica parece reponerse un poco, mira la hora en su móvil y abre los ojos como platos—. ¡Ya vamos tarde, joder! Y me tengo que maquillar y todo...

Mientras Amaia termina de ponerse el rímel, Alfred ha pedido un Cabify para desplazarse hasta la sala Apolo donde le harán una entrevista para Radio Primavera Sound. El chico nota el nerviosismo de su novia, da pasos erráticos por el piso buscando su mochila, no logra unir más de dos frases con sentido y sabe que Amaia es un polvorín al que sólo le hace falta una chispa para explotar por los aires.

—Cuquita, ¿estás segura de que quieres hacer la entrevista? Podemos decir que te encuentras mal y...

—No, Alfred. Tengo que ser responsable, tengo un compromiso con El Segell y con el Primavera Sound —dice segura y con voz cortante. Acaba de ponerse la cazadora y se echa su mochila negra al hombro, dispuesta a salir de su casa.—. Va, vamos.

Salen de la casa cogidos de la mano y se meten rápidamente en el coche que les espera. No hablan mucho, suelen evitar hacerlo delante de gente que no conocen para que sus conversaciones privadas no se difundan en las redes sociales. Revisan sus móviles y Amaia comprueba en Twitter que la visita de los fans fue todo un éxito. Está convencida de que el chico puede hacer algo grandioso con su proyecto musical.

Alfred comprueba que están llegando a la sala, sólo faltan un par de semáforos y volverán a exponerse; las redes sociales arderán al ver que han hecho una aparición juntos y que siguen siendo tan felices como hasta ahora.

—¿Estás lista, Amaix? —dice Alfred mientras le da un apretón fuerte en la mano.

—Nunca estoy lista para estas cosas, la verdad —la chica apoya su cabeza en el hombro de su novio, quien le regala un breve beso en el pelo—. Odio hacer promo, sobre todo si estoy yo sola.

—Bueno, aunque yo no vaya a estar a tu lado, estaré pendiente de ti. Si me necesitas, ya sabes lo que tienes que hacer.

Ponen un pie fuera del coche y comprueban que la gran mayoría de transeúntes no reparan en su presencia. Nadie saca el móvil, no hay selfies ni fotografías incómodas en las que los fans les exigen aparecer dándoles un beso o grabando un breve abrazo desde diferentes perspectivas. Se cogen de la mano y entran al recinto con paso firme. Allí les recibe Gabi Ruíz, el director del festival.

—¡Cuánto tiempo Amaia! —le estrecha entre sus brazos porque la chica despierta en él una ternura inmensa—. ¿Y Javi? ¿Dónde anda? —mira extrañado a Alfred sin entender muy bien que hace él ahí .

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