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Son las cuatro de la tarde, ha vuelto a su casa, donde nadie le espera. La soledad más absoluta produce un silencio incómodo para Amaia, que está acostumbrada a convivir con sus propios pensamientos. Esta vez, su voz interior es mucho más fuerte que los latidos de su propio corazón.

Cuando esta mañana Alfred se ha despedido de ella, ha podido leer un deje de decepción en sus ojos, que normalmente están iluminados por pequeñas estrellas cada vez que él le mira. Sabe que, quizás, no ha sido del todo correcto pedirle que se fuera para no generar un conflicto con sus amigas.

Habría preferido estar todo el día con Alfred, pero de él ha aprendido, sobre todo en los últimos meses, que primero es el trabajo y luego ya va el resto del mundo. En su caso, tiene la suerte de trabajar con sus amigas, aunque desearía volver a vivir los meses de Eurovisión sólo por compartir y aprovechar bien todo ese tiempo que dejaron pasar.

Está indecisa, no sabe si escribirle. No quiere parecer pesada y tampoco una desequilibrada, al fin y al cabo, ha sido ella quien le ha pedido el tiempo; no obstante, necesita pedirle disculpas. Le sabe mal que él se haya picado con ella y empieza a pensar que no pasaría nada si le escribiera.

Va hacia la cocina y se prepara una ensalada mientras escucha una de sus playlist en Spotify, quizás alguna de esas canciones le inspire para los arreglos de su inminente disco. Mientras cocina, o al menos así lo llama ella, no deja de darle vueltas a si hablarle a Alfred.

Come mientras ve una serie en Netflix, pero no atiende mucho al argumento, no puede parar de pensar en él y en la cara que le ha puesto al salir de la casa esa mañana. Decide tragarse el orgullo y escribirle con cualquier excusa para verle y disculparse en persona, no merece menos.

hola, me acabo de acordar que dijiste que había un paquete para mí en tu casa. Cuando puedo pasar a recogerlo??

Deja el móvil bocabajo sobre la mesa, no puede pensar en otra cosa que no sea él. Menuda manera de desengancharte, piensa Amaia para sí misma. Espera que le conteste lo antes posible, quiere verle esa misma tarde a lo más tardar. Necesita verle. No sabe qué le pasa, pero supone que es inevitable tener ese sentimiento en su interior; al fin y al cabo, es la primera vez que ambos pueden coincidir en Barcelona sin demasiado trabajo de por medio.

Puedes ir cuando quieras. Ya sabes que siempre suele haber alguien en casa

Amaia se toma las palabras del chico como una invitación a El Prat; si no hubiera querido que ella acudiera a su casa a recoger ese paquete, le habría dicho de mandárselo por mensajero él mismo. Así que decide plantarse esa misma tarde en la ciudad del chico con intención de disculparse y recoger sus cosas.

Cuando va en el taxi que le lleva hasta la casa de Alfred, decide avisar al chico con un mensaje en Whats App. Tarda un rato en contestarle, en su mensaje le dice que no está en su casa pero que su madre sí. La chica se maldice por no haberle preguntado antes si él iba a encontrarse allí, ahora no tiene sentido que esté yendo hacia El Prat si él no está en la ciudad y lo peor de todo es que se le acaban las excusas para seguir viéndole.

Cuando el taxi para en la puerta de la casa de Alfred, Amaia paga religiosamente la carrera desde Barcelona hasta El Prat y reza en su interior para que su suegra no sepa nada de lo que está pasando en sus vidas, no quiere andar dando explicaciones de algo que aún no sabe cómo va a acabar.

Llama al fono y la voz de MªJesús le contesta al otro lado, tiene sudor frío, son los nervios de afrontar esa situación sin Alfred a su lado, teniendo que poner buena cara a dos personas que no tienen la culpa de la situación que están atravesando. Cuando sube hasta el rellano de esa casa, ve a la que hasta ahora ha sido su suegra esperándole con una gran sonrisa en la puerta.

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