5.

1.7K 111 33
                                    

Ha llegado el momento. Oye su nombre y decidida, con la cabeza alta y a paso calmado, sale por la parte izquierda del escenario. El público se vuelve loco. Es la canción con la que más ha transmitido, o al menos eso le dice la gran mayoría de la gente.

Parece que la sonrisa que se dibuja en el rostro de Alfred está a punto de sobrepasar los límites de su cara. Si está más feliz, explota. La mira, la admira y la sigue con la mirada. Tiene un imán para él. Es una niña jugando sobre un escenario. Sabe cómo manejar al público, llevárselos a su terreno y allí descubrirles las maravillas que puede lograr con su talento.

Para Alfred es inevitable que cuando ella canta En esta oscuridad, la claridad eres tú, le señale. Esa frase es tan de verdad para él que no podría lograr explicarla con palabras. Amaia le aporta seguridad, tranquilidad, cariño, amor, mucho amor, y con ella a su lado, los problemas parecen mucho más pequeños. De hecho, cualquier momento malo puede convertirse en el mejor de los recuerdos. Ella saca lo mejor de él, le hace más humano, por eso le ha cambiado algo la letra al poema que le escribió en la Academia Que para cada problema tú tienes ese remedio y, realmente, Amaia es el Sol que calienta sus huesos.

En la parte instrumental de la canción se aproximan tanto que por un momento Amaia cree que se va a lanzar a los labios de su novio para calmar las ganas que tiene de comérselo. Le resulta irresistible ver cómo lo da todo sobre el escenario, juntan sus frentes durante un par de segundos y en ese instante ella puede percibir el olor a sudor que desprende Alfred, muy leve, no le huele mal, al contrario, se pasaría horas deleitándose con ese olor.

La gente grita, corea sus nombres, pero ellos parecen ajenos a todo aquello. Siguen cantando ese tema. En determinado momento, Alfred se queda totalmente obnubilado con la potencia, las ganas y la fuerza que saca Amaia de dentro y él se limita a ser su corista. Le da igual que aquel sea su concierto, quiere que su novia muestre al mundo que puede interpretar esa canción de una manera tan íntima y desgarradora como lo hace a piano y de forma tan enérgica como la versión rock.

Los últimos acordes de Miedo suenan en el recinto, él comparte esos momentos finales con sus compañeros de banda mientras Amaia se ha quedado en un segundo plano observando la escena. Se muerde el labio con tanta fuerza que por un momento piensa que ha podido hacerse sangre. Siempre ha dicho que Alfred tiene muchas formas de ser pero quizás una de las que más le gusta, si no es la que más, es su faceta de chico malo, la estrella del rock que pasa de todo y de todos, menos de ella.

Alfred la saca de sus pensamientos cuando la señala y ella se acerca hasta él, apartándole el dedo y fundiéndose en un abrazo. Se besan en la mejilla, él le da las gracias en el oído, susurrándole, sólo para ella y, finalmente, le despide después de que la chica haya agradecido al público la entrega.

Se dirige hacia el backstage, donde le espera Marta para darle un abrazo. Está sudada y excitada, como siempre que canta ante un gran público, cuando era una niña no pensó jamás que su sueño se haría realidad a esa velocidad, y que en el trayecto fuese a encontrar a una persona tan excepcional como Alfred.

Come algo de pizza, está hambrienta, y se abre una cerveza. Necesita reponerse, sabe que la noche sólo acaba de empezar. Con el estómago algo más alegre, se dirige hacia la parte más próxima al escenario. El concierto está quemando sus últimos cartuchos y sabe que en breves saldrá con el resto de la banda a agradecer la asistencia de ese público tan variado. Y así es, Amaia no puede evitar mirarlo. Es su tierra, es su público y no puede sentirse más orgullosa de lo que acaba de hacer el chico del que está enamorada.

Amaia y el resto de la banda se adentran en el backstage, mientras que Alfred se queda dando las gracias un par de minutos más. Cuando entra a la sala donde todos le están esperando, Amaia comprueba que el chico no puede estar más feliz, es imposible que nada ni nadie trunque ese sentimiento que recorre cada parte de su cuerpo. Intercambian un par de miradas furtivas mientras él se abraza con la banda, dándoles las gracias una vez más por haber formado parte de esa gira. Alfred sabe que sin ellos nada de lo que había vivido ese verano habría sido posible.

EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora