53.

704 45 4
                                    

No son ni las nueve de la mañana y ya quiere que pase de largo ese día de mierda. Su móvil no para de vibrar, le llegan cientos de mensajes que no pretende ni mirar ni contestar y, lo peor de todo, es que la persona que más le importa no le ha dicho nada aún.

Sabe perfectamente que él no le va a decir nada, que es a ella a quien le corresponde dar una explicación, pero está convencida de que él no querrá escucharla bajo ningún concepto.

Escucha pasos en el exterior de su habitación y, de pronto, la puerta se abre. A pesar de la penumbra que reina en la estancia, sabe perfectamente que la persona que se encuentra de pie junto a su cama, observándola, no es otro que Javier.

—Venga, Amaia, que tienes hoy la visita a OT. Levántate —ordena el joven de forma autoritaria.

—No quiero ir. Cancélalo —responde ella de mala gana contra la almohada.

—¡Amaia! —grita con desesperación Javier mientras abre la persiana del cuarto de su hermana—. ¡¿Cuántas veces te he dicho que no permitas que tu vida personal interfiera en tu vida profesional?! —le retira con rabia el nórdico que la cubre protegiéndola—.¡Levántate, hostia!

—Javi, por favor, no quiero —dice Amaia llorando como si se tratara de una niña pequeña—. No merezco que la gente me persiga por la calle, salir en las revistas del corazón... Yo sólo quiero cantar, por favor —se ahoga al hablar porque el berrinche que tiene no le permite respirar todo lo bien que querría.

—Este es el camino que escogiste, Amaia. Si sólo querías cantar, deberías haberle hecho caso a la tía Mari Carmen: te metes al Grado de Canto y cantas. Pero no, tú lo que querías era fama rápida, ¿no? Pues aquí la tienes, Amaia. Has vendido tu alma al diablo: a cambio de dedicarte profesionalmente a la música, tienes que apechugar con cosas como lo de las fotos.

Amaia se levanta poco a poco de la cama para empezar su rutina de belleza: desayuno, ducha, maquillaje y vestirse para ir hasta la Academia.

Javier le ha dicho todo eso sin sentir ni una pizca de remordimientos a pesar de ser él el único responsable de que su hermana esté siendo la comidilla en el universo twittero.

El viernes pasado, cuando su hermana abandonó la reunión con Universal, Javier tuvo que acceder a exponer la vida privada de Amaia a cambio de la libertad creativa que tanto han requerido y de ganar un poco de tiempo para sacar el disco que realmente encaje con lo que la chica desea.

¿Es miserable? Sí ¿Es necesario? También. Javier es totalmente consciente de que su hermana no sólo ha triunfado en el concurso por su melodiosa voz y su talento al piano, es consciente de que la personalidad de Amaia ha atraído a cientos de miles de jóvenes y está dispuesto a conseguir que nadie la olvide.

Javier sabe que hay muchísimas de voces parecidas a la de su hermana, que hay millones de pianistas que son mucho más virtuosos que ella. Pero esa personalidad arrolladora, ese encanto innato que tiene desde que es prácticamente una niña, le va a conseguir abrir las puertas del mismo Cielo; como que él se llama Javier Romero Arbizu.

Tanto la discográfica como el propio Javier han trazado un plan perfecto para que Amaia no caiga en el olvido del público de masas: mercadear de vez en cuando con su vida privada. La estrategia de comunicación de la chica consiste en dar pequeñas pildoritas a través de su Instagram, cada foto que sube se convierte en noticia.

Y cuando necesiten un empujón más, meterán de por medio algo relacionado con su vida privada. Al salir en las revistas, el público más mayor volverá a saber de ella y el más joven se hará eco también y lo moverá en redes sociales.

En lo que respecta a la visión que tiene el público en general de ella, Javier cree que lo más idóneo es romper con esa imagen de princesa virginal que vendieron de Amaia durante el concurso y Eurovisión. Tanto su hermana como él están hartos de tener que soportar en cada entrevista que hagan referencia a sus "buah, no sé, qué horror", "qué rollo surfero si yo soy de Pamplona" y demás lindezas que ella soltó por la boca cuando se olvidó que estaba siendo observada por cientos de miles de personas.

EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora