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No sabe si es por el alcohol, por la fiebre o porque lo necesita, pero todo lo que desea en ese momento es perderse con Alfred en cualquier rincón del local, ajenos a las miradas y cuchicheos de sus compañeros.

Aitana y ella llevan gran parte de noche bailando juntas y, a una distancia prudencial, Alfred las ha estado observando mientras hacía lo propio, o lo intentaba, con Roi y con Ana. Poco a poco, después de mucho rato sin rozarse, el chico se aproxima hasta Amaia y coloca, una vez más, sus manos en su cintura.

No sabe qué canción es la que suena en ese momento; ¿es Bad Bunny o JBalvin? Tampoco es que le importe demasiado ahora mismo, sólo puede pensar en controlar sus instintos y en evitar que su más que evidente erección se note en sus abultados pantalones.

Ella se gira entre sus brazos y lo mira con picardía. Sabe perfectamente lo que está provocando en el chico, le gusta tentarlo, jugar con él. Es lo que siempre han hecho, desde que toda aquella aventura comenzó.

Es inevitable que por su mente no se paseen sus recuerdos juntos dentro de la Academia. Se dibuja una sonrisa en su cara cuando recuerda cómo le provocó en una de las clases de los Javis, la última de todas, y él se picó con ella por aquello. Sabe perfectamente que ahora mismo no se enfadaría, sabe que le está costando un mundo no arrastrarla hasta los baños y follar de mil maneras distintas.

Lentamente, Amaia se acerca hasta su oído. Puede percibir perfectamente el olor que desprende el chico, sus hormonas se activan aún más de lo que ya están y es consciente de que ella también tiene que hacer un ejercicio de contención para no besarlo.

—¿Te apetece otra copa? —dice ella rozando el lóbulo de Alfred—. Tengo un poco de sed.

—Me apetecen más otras cosas, la verdad —contesta él, descarado—. ¿A ti no? —ella asiente levemente mientras las manos del chico viajan hasta su culo, donde reparte suaves caricias hasta que una de sus manos se cuela por la blusa que ella viste.

—Pero es pronto aún para volver a casa, no sabemos cuándo va a volver a repetirse esto —Amaia se aproxima aún más al cuerpo de Alfred, sabe que el simple roce podría hacerlo estallar.

—Entonces tendré que ir al baño un momento —Alfred se retira, se aleja de Amaia y toma rumbo hacia los baños.

El chico espera no encontrarse con nadie en los aseos, bastante embarazosa ya es la situación como para tener que dar explicaciones de por qué va a pasar un rato allí. Necesita tomar mojarse la cara con agua bien fría y tomar un poco el aire fresco de la calle.

Amaia lo sigue con la mirada mientras se muerde el labio. Desea seguirlo y fundir su cuerpo una vez más con él, pero sabe que sería la comidilla de los asistentes a esa fiesta, sería demasiado descarado seguirlo.

Sin embargo, esta vez gana su instinto la batalla que se libra en su interior y, con una mentira piadosa, informa a Aitana y a Nerea, que en ese momento están con ella, que va hacia la barra a pedirse una copa más.

Sus dos amigas no reparan en que el rumbo que toman los pasos de Amaia se dirigen a un lugar bien distinto. La chica camina decidida, procurando no cruzar su mirada con nadie.

Espera en la puerta, pensando en si hay alguien más en el cuarto de baño. Tras varios minutos, decide entrar ya que el alcohol le da la valentía que en otras ocasiones no habría tenido.

—¿Alfred? —pregunta algo nerviosa mientras abre la puerta poco a poco—. ¿Estás ahí?

—Sí... —la voz procede del fondo del baño; la puerta del urinario, donde el chico se encuentra, se abre y deja ver a un Alfred algo achispado—. ¿Qué pasa?

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