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El trayecto en AVE que une Madrid con Barcelona parece que se le hace eterno. En su cabeza hay una lucha encarnizada entre todas las ideas que ha ido teniendo a lo largo de los meses. Quizás las palabras de Aitana han surtido más efecto en ella del que le hubiera gustado.

Es posible que sea una persona distinta a la que salió de la Academia hace unos meses. Al fin y al cabo, han pasado muchas cosas en su vida; tantas que diría que ha vivido más de 5 años en cuestión de meses.

La exposición constante ante la prensa, vender una historia de amor que, para ella, estaba destinada al fracaso y que, para su sorpresa, finalmente tuvo un final feliz, y la ausencia de su novio en los últimos tiempos le han aportado más enseñanzas que cualquier universidad en la que se podría haber matriculado.

Es cierto que no se habría imaginado durante el verano que las circunstancias de la vida la habrían llevado a estar donde está ahora mismo: atormentada por sus propias inseguridades y perdida en un mundo enorme que no le comprende. Se supone que su vida es envidiable: tiene fama, dinero, éxito y amor, ¿pero todas esas cosas no son más que un reflejo de algo que le hace, más bien, infeliz?

Lo único real, lo único a lo que puede aferrarse es al amor. Alfred es su tabla salvavidas y, con todas sus inseguridades, lo único que está consiguiendo es alejarlo de ella. Sin embargo, el pensamiento de que él va a estar ausente durante mucho tiempo le hace replantearse si realmente el amor le va a salvar.

Ese torbellino de pensamientos le atormentan hasta que su hermano, que ha permanecido callado durante todo el trayecto, le avisa de que han llegado a la Ciudad Condal.

—Te acompaño a casa, vamos —dice Javier con tono serio.

—No, no hace falta. He quedado. Ya me cojo yo un taxi y ya está.

—¿Con quién has quedado?

—No te importa.

—Amaia, es tarde... Mañana tenemos cosas que hacer —Javier parece agotado de soportar a su hermana.

—Déjame en paz —zanja Amaia.

Es evidente que sigue enfadada después de la reprimenda que le ha echado esa misma mañana por haber salido de fiesta la noche anterior después de haberse ido de la reunión con los directivos de Universal. Si supieras que realmente estaba fingiendo..., piensa Amaia para sus adentros.

Llega a su casa, está agotada después de haberse pasado el fin de semana dándolo todo por Madrid. Ha sido bastante productivo a pesar de las circunstancias: el viernes pudo disfrutar de Alfred, el sábado salió a tope de fiesta y hoy ha estado con Aitana y ha disfrutado como nunca de una actuación.

Coge su iPhone y marca el número de teléfono de Alfred, no quiere dilatar más el momento de reencontrarse con él.

—Hola, titi —dice él y, aunque Amaia no puede verlo, sabe que está sonriendo.

—Suenas cansadito, ¿cómo estás?

—Estoy muy cansado.

—Si quieres nos vemos otro día pues —aunque se muere de ganas de compartir un rato de paz con él, sabe que el chico es sincero y que realmente necesita descansar para poder dar lo mejor de sí mismo los próximos días de promoción.

—No, tengo ganas de descansar pero más tengo de verte. ¿Te apetece venir a mi casa nueva?

—Claro, manda la ubicación y en un rato estoy allí.

Tal y como se lo promete, Amaia se presenta en su casa en unos escasos 30 minutos. Llama al fono algo insegura, después de todo sigue siendo un mar de dudas, y cuando la voz de él suena al otro lado logra tranquilizarse un poco.

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