9.

1.1K 96 29
                                    

Abre los ojos poco a poco, adormilado, cansado. No hay nada de luz en su cuarto y no escucha ningún ruido en el exterior. Siente un poco de frío en las orejas y un fuerte dolor de cabeza que lleva instalado en su cuerpo desde hace un par de días. No se encuentra bien, no llega a ser ansiedad pero sí que es un estado anímico bastante incómodo que lo está martirizando por dentro.

Mira la hora de su móvil, son las seis de la mañana y ella no le ha contestado al mensaje de buenas noches que él le dejo antes de irse a dormir. Ni tampoco ha respondido a ninguno de los que le ha ido dejando en Whatsapp a lo largo de esos casi dos días y mucho menos responde a sus llamadas. Al menos sabe que está en Pamplona porque ha visto los stories que The Free Fall Band se ha dedicado a colgar.

Un fuerte sentimiento de culpa le inunda el cuerpo. Sabe la ilusión que a ella le hace que le acompañe y, a pesar de ello, sabe que acudir al evento que tendrá lugar la noche siguiente en el Liceu le va a brindar oportunidades que puede que no se le vuelvan a presentar.

Un destello atraviesa su mente. Tiene una idea. ¿Y si viaja hoy a Pamplona, pasa todo el día con ella y al día siguiente vuelve a Barcelona? Le daría tiempo a llegar a la inauguración de la temporada del teatro. Consulta su agenda y descubre que es imposible, que tiene una importante reunión para dejar completamente cerrado el tema de las grabaciones. Con un bufido, deja el móvil con rabia sobre su cama. Quiere ir con ella, necesita estar con ella, pero, no puede.

Intenta dormirse de nuevo, pero le resulta imposible. No deja de dar vueltas en la cama y en su cabeza. Cada vez que se pone de medio lado, percibe el olor de Amaia en las sábanas, tan característico y tan real que podría jurar que ella se encuentra a su lado, pero cuando extiende el brazo para acercarla hasta su cuerpo recuerda que ella no está. Menudo golpe de realidad.

Son las ocho y media cuando vuelve a mirar la hora en su iPhone. Isabel debe estar ya despierta así que no duda en llamarla para plantearle lo que, durante su vigilia, ha valorado.

—Buenos días, Alfred. ¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas tan temprano? — pregunta preocupada su representante al tercer tono de llamada.

—Buenos días, Isa. Mira, es que... —traga salvia. Sabe lo que le quiere pedir, esta seguro de ello pero, aún así, se forma un nudo en su garganta y su voz suena más suave—. Bueno, es que quiero ir hoy a Pamplona. Hoy es el penúltimo concierto de Amaia y ya que mañana no voy a poder ir... Pues me gustaría poder ir hoy a verla.

—¿Cómo? —se sorprende ella ante esa petición. Alfred se pone más nervioso, arrugando la sabana que lo cubre pensando en que daría lo que fuera para que la mujer ceda y le comprenda—. Pero Alfred, a ver, que tenemos hoy una reunión con gente de marketing de Universal que viene desde Madrid. No puedes dejarlos tirados por un simple capricho.

—¿No se puede cancelar? De verdad, Isa, es que quiero ir, te juro que no es un "simple" capricho —responde él, remarcando la palabra simple que tanto daño le ha hecho. No es simple, es Amaia. Y suplica con la esperanza de ablandarle un poco el corazón—. Quiero darle una sorpresa. Por favor, invéntate algo y cúbreme. Te juro que es la primera y la última vez que te pido algo así, por favor.

—No, Alfred —sentencia la mujer con voz seca, firme y ruda—. Tú tienes un compromiso laboral. Es hora de que afrontes tu carrera en solitario, tienes que ser profesional. ¿Con qué cara les digo yo que te vas a Pamplona porque tu novia tiene allí un concierto? Amaia dará muchos más, estoy segura de ello. No se hunde el mundo porque no vayas a Pamplona, chaval. Si no acudes a esa reunión es cuando vas a tener verdaderos problemas, porque parecerá que tu futuro en la música te importa mucho menos de lo que parece.

—Joder... —susurra Alfred desesperado. Sabe que la mujer tiene razón pero, aunque su cabeza diga una cosa, su corazón le indica otra—. Sí, tienes razón. Lo mejor es que me quede en Barcelona. En fin, nos vemos esta tarde en las oficinas, Isa. Perdona que te haya molestado.

EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora