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No sabe cuánto tiempo lleva ahí encerrada, pero quizás debería regresar a maquillaje a que le retoquen un poco la cara. A pesar de llevar tonos naturales, ha llorado tanto en los últimos minutos que el rímel de sus pestañas ahora decora sus mejillas.

Sale del pequeño cubículo y se mira al espejo. Sabía que era una mala idea venir hoy a esta mierda de gala, se dice para sí misma. Y lo piensa de verdad, cree que fue suficiente con ir el miércoles, que estaba peor que hoy, y que ha sido un error repetir ese fin de semana. Ni siquiera va a cantar una canción propia.

De pronto, la puerta del baño se abre, sacándola de sus propios pensamientos, y Maddi le dedica una mirada de desdén, o al menos así lo interpreta Amaia. Su amiga sostiene una cerveza en la mano y un paquete de tabaco en la otra. Deja el bote en la repisa del lavamanos, saca un cigarro y se lo enciende.

—¿Quieres un calo? —le pregunta a una Amaia confusa que niega con la cabeza silenciosamente—. ¿Qué? ¿Qué pasa? No me mires así, joder. Hace mucho frío en la calle y no quiero que se me congele el culo. ¿Por qué estás así? —dice mientras le echa el humo en la cara y señala las marcas negras de sus mejillas—. No será otra vez por el pringao ese, ¿no? —Amaia guarda silencio, negar lo evidente sería una completa estupidez—. ¿Qué vamos a hacer contigo? Sabes que hay más gente en el mundo más allá de Alfred, ¿no?

—No lo entiendes, yo quiero estar con él. Estamos hechos el... —pero Maddi le interrumpe.

—Sí, que ya lo sé. Que estáis hechos el uno para el otro, ¿no? Pues déjame que te diga una cosa. Ese tío no va a perder su tiempo esperándote, Amaia, porque es joven y porque tiene fama. Y en cuanto te des la vuelta te va a mandar a tomar por culo, ¿sabes? Mira el tiempo que ha tardado en sustituirte, dices que son amigos, pero ¿cuántas veces en verano leíste que él había quedado con alguna amiga y no te lo había dicho?

—Maddi, por favor, vas de la más feminista del lugar y parece que es delito que un tío y una tía sean amigos. Sólo pueden ser pareja, según tú, ¿no?

—No, aquí el más "feminist" es tu novio, Amaia. Que no puede vivir sin explotar una relación, todas sus canciones hablan de sus ex novias. Bueno, menos un par —matiza mientras abre el grifo para apagar los restos de la colilla de su cigarro—. ¿Eso es ser feminista? ¿Hablar mierda de una persona a la que se supone que quieres es ser feminista? Por favor...

—Maddi, la inspiración de un artista viene de donde viene. Hay gente que lo hace con cosas cotidianas y a él le inspira el amor.

—Ya... Sí —suspira con resignación al ver que no va a poder hacer entrar en razón a Amaia—. No hay más ciego que le que no quiere ver, ¿tú querías ir a Eurovisión? —el silencio de Amaia es más que elocuente—. ¿Tú querías que subiera fotos contigo en Instagram? —Maddi no para de insistir, está haciendo que Amaia se sienta muy incómoda—. Dime, Amaia, ¿cuántas cosas ha hecho él por ti desde que lo conoces?

Amaia intenta rebatir a su amiga pero está tan nerviosa que le resulta casi imposible pensar. No sabe cuándo ha pasado, pero Maddi ya no está en ese cuarto de baño. La ha dejado sola con sus pensamientos. Está completamente bloqueada y necesitaría salir y gritar con fuerzas para deshacerse de esa presión que le atenaza el pecho.

Sin embargo, es consciente de dónde está y quién es. Así que, recordando todas las promesas que se ha hecho a sí misma y a su hermano, se arma de valor para volver a maquillaje y pedir que arreglen el estropicio que se ha hecho en la cara.

Sale al corredor y agacha la cabeza, esperando no encontrarse con nadie que le pueda mirar a los ojos y observar la evidencia de que está hecha una mierda, de que su vida no es tan fantástica como todo el mundo cree, que necesita huir de ese lugar, de su fama y volver a ser la chica normal y espontánea que siempre ha sido.

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