La cena con la familia de Alfred al completo transcurre de forma tranquila y entre risas. Se han asegurado de pedir mesa en un restaurante que visitan a menudo y el cual les ha facilitado un reservado para celebrar en la intimidad ese día tan especial para todos. Los mayores hablan entre copas de vino, las risas están aseguradas en el sector más joven de la mesa y las primas más pequeñas de Alfred corretean a su alrededor como si no hubiera un mañana y ambos, sin dudarlo, deciden abandonar sus asientos y apuntarse a ese juego porque, en parte aún siguen siendo un poco Peter y Wendy volando sobre el iluminado Londres.
Pero de pronto, Amaia comienza a notar que su cuerpo le pesa, quizás sea el efecto del vino y de la comida que acaba de tomar, pero sabe que necesita volver a casa y dormir con urgencia. Lo poco que durmió la noche anterior se ha juntado con una leve resaca y todas las emociones acumuladas a lo largo de la jornada, que no han sido pocas. Le susurra a Alfred la necesidad tan imperiosa que tiene de coger la cama. Y este le sonríe, cree que lo que han hecho esa tarde tendrá un final feliz al fin para ambos.
Alfred se acerca hasta su madre y le susurra que Amaia está cansada y que se van en Cabify hasta su casa, que no se preocupen por ellos. Su madre le sonríe, él sospecha que sabe las intenciones que ambos tienen, pero Xus nunca se ha mostrado molesta, al contrario. Lo que no hagas en mi casa, lo puedes hacer en cualquier otro sitio. Así que es preferible que lo hagas aquí, le llegó a decir en una ocasión. El chico avisa a Amaia de que se van por fin a casa y se despiden de toda la familia entre besos y abrazos. Amaia asegura que cuando pueda se volverá a unir a la próxima celebración familiar e incluso le promete a una de las primas de Alfred salir de compras juntas, aunque le advierte que en los próximos meses va a ser un poco complicado, pero le asegura que intentará sacar un hueco para primavera.
El viaje en coche se hace largo, el silencio se ha instaurado entre ambos pero no parece molestarles. Cada uno sumergido en su mundo y disfrutando de las vistas que les ofrece la nocturna ciudad. De reojo, Alfred la observa. La tenue luz amarillenta le deja disfrutar de su rostro cansado y agotado. Sus ojeras no pasan desapercibidas y su frente arrugada le hace pensar que puede que haya algo más rondando por su cabeza. Son muchas las emociones compartidas, los días vividos y los sueños dormidos juntos, sabe leerla a la perfección, como un poema así que, al llegar a casa se atreve a preguntarle que qué le pasa. Ella contesta que nada, prefiere dejar la fiesta en paz por hoy, que sólo le apetece dormir. Quizás lo que hoy ha interpretado como un comentario fuera de lugar por parte de su novio en el salón del Ayuntamiento de El Prat, mañana lo ve desde otra perspectiva y hasta le resulta gracioso. Necesita consultarlo con la almohada y cuando abra los ojos ya verá.
Él le presta su camiseta favorita para dormir, esa morada de OT, la que pone su nombre, para que ella duerma y su olor la arrope. Se desnudan en silencio, sin mirarse, ni rozarse. Definitivamente, esta no es la noche que Alfred esperaba. Va al baño a cepillarse los dientes y a quitarse las lentillas, suspira, y al volver a su cuarto, encuentra a Amaia tirada sobre su cama, revisando su móvil, con cara de pocos amigos.
—Venga, dime qué te pasa, a mi no me engañas... — suplica Alfred, porque sabe que algo ha pasado para que ella esté enfurruñada.
—Ay Alfred, no seas pesado, —dice ella en tono seco y cortante—. Ya te he dicho que no pasa nada. Simplemente que estoy cansada —le contesta sin mirarlo, parece que lo que está pasando en su teléfono móvil es más interesante que su realidad.
Alfred se tumba a su lado y también coge su iPhone. Estaba muy cansada para estar con mi familia celebrando las cosas buenas, pero bien que está ahora con el móvil y sin dormir, piensa el chico para sus adentros. Revisa las fotos que ha hecho esta tarde. Ve el selfie que se ha hecho con ella desde el balcón, sale preciosa y quiere subirla; sin embargo, cree que no le va a gustar que en ese momento la suba. Está enfadada y no sabe el motivo y sabe que esa foto puede ser la gota que haga derramar el vaso. Así que, sin pensárselo dos veces, decide subir la misma foto, pero sin ella a su lado.
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Ellos
أدب الهواةTodo sigue igual entre ellos. Después de la gira con sus compañeros de Operación Triunfo, Amaia se traslada a Barcelona para iniciar su carrera musical cerca de las dos personas que más quiere en el mundo: su hermano y Alfred. Atrás deja a su famili...