La chica está confusa, no sabe cómo reaccionar. Escucha las llaves abriendo la puerta de su casa, su hermano no le ha avisado de que fuese a visitarle esa tarde, así que sólo puede tratarse de una persona: Alfred. Desde que sus amigas se han ido de su casa no ha parado de pensar en lo que le ha dicho Maddi.
¿Alfred está utilizándole? Ella no lo creería, pero parece que todo su entorno da por hecho que esa es la realidad. ¿Está tan enamorada de él que no se ha dado cuenta? No, le conoce mejor que a sí misma, él no sería capaz de hacer algo de tal bajeza. Pero, ¿y si todo lo que han vivido, todo lo que ha creído que él sentía por ella, ha sido una interpretación de Oscar?
—Hola, titi —Alfred interrumpe sus pensamientos mientras se quita la chaqueta y se aproxima hasta el sofá, donde ella se ha pasado toda la tarde dándole vueltas a la situación.
—Hola —contesta la chica secamente mientras gira la cara y recibe el beso que Alfred destinaba a sus labios justo en su mejilla derecha.
—He traído la cena. Espero que tengas hambre, he traído un par de kebaps. El tuyo es mixto, claro, no sabía si ponerle queso feta... —el chico intenta ignorar el hecho de que ella está enfadada por algo, quizás un par de mimos apacigüen las aguas—. Dice Marta que a ver si quedamos con ella pronto, que no te ve desde las fiestas de El Prat...
—No sé.
Mientras cenan, Alfred le pone al día sobre todo lo que ha hecho esa tarde, el par de entrevistas y la sesión de fotos. Le enseña alguna de las instantáneas que le han pasado los fotógrafos y Amaia observa que el chico sale excesivamente moreno, se han pasado con el maquillaje claramente, pero prefiere no opinar, él parece contento con el resultado. Recogen los platos y, mientras Amaia está en el baño, Alfred prepara una película en el ordenador.
—No sé qué poner, Amaix. ¿Qué te apetece?
—Me da lo mismo.
—Bueno, ¿me dices qué es lo que te pasa? —Alfred está harto de recibir monosílabos y contestaciones cortantes por parte de Amaia desde que ha llegado al piso.
—Nada —Alfred se sienta a su lado en el sofá, pero ella evita su mirada.
—¿Nada? ¿En serio? ¿Te crees que soy tonto? Dime qué te pasa, Amaia, quiero ayudarte —el chico le coge de las manos, pero ella rechaza su caricia.
—Te estoy diciendo que no me pasa nada. No seas pesado —Amaia pretende que el cabreo que lleva encima se le pase solo.
—No es que sea pesado, Amaia, es que sé que te pasa algo y, como siempre, prefieres guardártelo para ti antes que dejar que te ayude, joder. No sabes lo frustrante que es verte rayada y no poder hacer nada porque no quieres decir qué es lo que te pasa —realmente Alfred está indignado con ella, es como si no tuviera la suficiente intimidad con él después de todo lo que han vivido juntos—. ¿No confías en mí o qué?
—Pues no lo sé, Alfred.
—¿Qué? —esas palabras se le clavan en lo más profundo de su corazón. La voz sale de su garganta con un deje de decepción y dolor—. ¿Por qué dices eso? No te he dado motivos para que desconfíes de mí.
—¿No? ¿Quién fue el que insistió en que me quedara fuera para hablar? ¿Quién se va a poner a promocionar su single y su disco, que hablan de mí, en las próximas semanas? Hasta tú mismo te diste cuenta el otro día, Alfred...
—¿De verdad piensas que soy tan miserable para vender mi vida a la prensa del corazón? ¿Para jugar con tus sentimientos? ¿Para exponerte aún más de lo que ya estás expuesta? —no se ha dado cuenta pero ha ido alterándose y alzando cada vez más. Se levanta del sofá y se encamina hacia la habitación.
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Ellos
FanfictionTodo sigue igual entre ellos. Después de la gira con sus compañeros de Operación Triunfo, Amaia se traslada a Barcelona para iniciar su carrera musical cerca de las dos personas que más quiere en el mundo: su hermano y Alfred. Atrás deja a su famili...