17.

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Un extraño sonido proveniente de un cercando lugar perturba la paz de su sueño. Alguien está llamando de manera insistente. No sabe ni qué hora es, pero espera que no se trate del cartero, de publicidad a domicilio o, en el peor de los casos, de algún fan loco que ha descubierto dónde vive.

Cuando ve las caras de sus amigos a través de la pequeña pantalla del aparato, se le ilumina el rostro. Una cosa es despertarse sin sentido y otra bien distinta es hacerlo porque por fin han llegado sus invitados.

Rápidamente les abre de abajo y espera pacientemente a que lleguen hasta la misma puerta de su casa. En cuanto entran en el pequeño apartamento, Amaia se abalanza sobre ellos. Parece que han pasado años desde que no se ven y tan siquiera han sido días.

—¡Ay! Lo vamos a pasar genial. He avisado a Maddi, la amiga esa de Raquel, que también es de Pamplona, sabéis quién os digo, ¿no? —ambos asienten a pesar de que se hace un mundo el entender a Amaia. Habla tan atropelladamente que a veces resulta misión imposible comprender lo que dice—. Pues bueno, se han apuntado a los planes tanto ella como su compañera de piso. Son bastante simpáticas y eso, lo bueno es que ellas conocen mucho mejor Barcelona que yo.

Amaia deja a sus amigos almorzando en su cocina mientras ella se ducha. Pone a tope la música en su móvil. Está decidida a olvidar el enfado que tuvo ayer por la noche con Alfred porque pretende disfrutar al máximo de esos días con sus amigos. Parece que la vida se ve de otra manera cuando tiene la compañía de sus seres más queridos a su lado. Llega a la cocina y encuentra a sus amigos planeando el día.

—A ver, tú lo de hacer turismo como que no, ¿verdad? —le pregunta directa Itxaso—. Porque a mí sí que me gustaría poder pasear por las Ramblas y el Barrio Gótico pero si no vamos a poder caminar tranquilamente pues podemos hacer un plan alternativo.

—Tranquila, aquí no suelen darme tanto el coñazo, eso me pasa sobre todo en Madrid. Además, me puedo poner la gorra y las gafas de sol y camuflarme un poco.

—Guay. Pues a ver, habíamos pensado comer por aquí y ya por la tarde hacer marcha por el Barrio Gótico y así. Luego volvemos, nos duchamos, cenamos y nos vamos a la Razz. ¿Te hace? —por el tono de voz se nota que Luis está casi más emocionado que las dos chicas.

—Sí, bueno, no sé qué es lo que habían pensado Maddi y Helena pero supongo que les molará la idea.

Amaia avisa a las chicas para que vayan hacia su zona para comer. Ambas están de acuerdo con el plan trazado por el grupo de amigos y no pueden parar de hablar de los sitios maravillosos a los que les van a enseñar esa misma tarde. Son majas, sí, pero son el típico prototipo de chica burguesa desencantada con la vida y con un brote de rebeldía que se les pasará con el tiempo.

Mientras van paseando por la calle, el iPhone de Amaia, el cual lleva en la mano, no para de vibrar. La chica ignora la llamada pero a Itxaso no le pasa desapercibido de quién se trata.

—Amaia, te está llamando Alfred —susurra discretamente la chica señalando la pantalla iluminada.

—Ya, lo sé. No estoy ciega, gracias.

—¿Y por qué no se lo coges? —inquiere preocupada Itxaso sin entender la seca respuesta de su amiga—. La semana pasada dijiste que sólo te llamaba cuando pasaba algo urgente. Amaia, cógelo no vaya a ser que luego te arrepientas por cabezota. ¿No habéis hablado o qué?

—No, no hemos hablado y no, no se lo pienso coger. Estoy hasta los ovarios de él —sentencia la chica con cara de pocos amigos.

—Amaia... —Itxaso frena a la chica, dejando que el resto del grupo avance unos cuantos metros por delante en uno de los callejones de la zona vieja de Barcelona—. ¿Qué ha pasado? Tía, no seas imbécil... Él te quiere y tú le quieres, ¿dónde está el problema ahora?

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