15.

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Se muerde el labio, está nervioso: está a punto de salir al escenario para hablar sobre el nuevo concepto de masculinidad. Él no se considera un gurú del tema, cree que cualquier mujer podría dar más lecciones que cualquiera de los tres hombres que han sido invitados a esa charla; pero es un compromiso importante y necesario. Es joven y ha salido en la televisión durante meses proclamándose un aliado, pero sabe que la puede cagar en cualquier momento porque aún necesita aprender.

Le tiembla el pulso, así que decide escribirle para templar un poco esos nervios que le han asaltado. Como siempre, Amaia le anima y le desea suerte, le insiste en que no deje de ser él mismo. Porque ella, mejor que nadie, sabe que Alfred está muy vinculado en la causa, aunque de vez en cuando patine. La chica siempre ha pensado, incluso desde el primer momento en el que cruzó su primera palabra con él, que Alfred es una persona excepcional. Sólo necesita ser él mismo para cautivar a todo el mundo como lo hace con ella.

Mientras la joven aprovecha los últimos rayos de Sol paseando por Barcelona con su hermana, Alfred está en un debate sobre las nuevas formas de masculinidad y el feminismo en la sociedad española y no le está yendo nada mal. Sin embargo, el chico no se imagina la tormenta que ha desatado en casa de su novia. Es cierto que Amaia no lo estaba siguiendo en directo, pero como stalker profesional que es, ha indagado en Twitter para averiguar qué es lo que había dicho su novio.

Sorprendida, comprueba que Alfred ha dicho cosas como que es muy pronto para vivir en pareja pero que ella le está dando pistas porque se ha trasladado a Barcelona. Sí, es cierto que su decisión de trasladarse a la Ciudad Condal estuvo motivada porque él le había garantizado quedarse allí hasta que al menos ella acabara sus estudios en el conservatorio. Pero ninguno de los dos quiere compartir piso, es muy pronto aún para dar un paso de esa magnitud en su relación.

Le da una rabia tremenda comprobar que la gente en redes sociales sólo se ha quedado con esa parte del discurso de Alfred. Está convencida de que su novio no lo ha dicho con mala intención, pero imagina que Javier pondrá el grito en el cielo cuando descubra esos comentarios. Para ella está claro que ambos quieren pasar el máximo tiempo posible juntos pero muchas veces han hablado de ello y están de acuerdo en que todavía no es el momento de dar un paso tan importante. Son tan jóvenes y les queda tanta vida por delante que el tiempo les irá poniendo a cada uno en su lugar. Y ambos saben que el suyo está junto al otro.

Amaia siente impotencia porque la gran mayoría de comentarios que lee sobre la charla son todos sobre su relación personal con Alfred. Oh! Qué monos, dice uno.Pues shippeo, comenta otra. Así, hasta que da con otros tantos que tildan a Alfred de machista, de misógino y de posesivo porque le considera un trofeo. Y siente que no puede más, que le cuesta respirar, que se le nubla la vista, que se marea y necesita tumbarse en el sofá.

—¡Ángela! —llama a gritos a su hermana, quien acude rápido, asustada, hasta donde se encuentra su hermana pequeña—. ¡Ángela! ¡Que me está dando algo! ¡Joder!

—¡Amaia! —es evidente que la chica está preocupada por el estado de su hermana, nunca antes la ha visto así: pálida, hiperventilando y temblando—. ¿Qué te pasa? ¿Qué sientes?

—Creo que me estoy muriendo... —dice con voz entrecortada y con los ojos como platos. Está paranoica, porque nunca antes le había dado un episodio de ansiedad tan fuerte, ni siquiera durante Eurovisión—. Ángela, por favor, ve hasta la mesita izquierda de mi habitación, allí hay unas pastillas. Tráemelas.

Ángela sale corriendo, no quiere quitarle el ojo de encima a su hermana. Está tan nerviosa que no encuentra las pastillas en ninguno de los cajones de la mesilla que le corresponde a Alfred. Sabe perfectamente que su hermana le ha pedido una de las pastillas que el chico utiliza cuando la ansiedad le ataca. Al final da con ellas y sale corriendo hacia el salón, donde la pobre chica ha puesto los pies sobre el respaldo del sofá. Coge un vaso de agua, saca una de las pastillas del blíster y se lo acerca a su hermana.

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