Amaia se monta en el tren, le da lo mismo dejar plantado al periodista del Diario de Navarra. Lo que ella quiere, lo que ella realmente necesita, es estar con Alfred esa noche en Madrid. Le da igual si llueve o truena, le da lo mismo provocar un cabreo tremendo en Javier. Le hace tanta ilusión compartir ese momento con Alfred, que le da igual el resto del mundo.
Para su sorpresa, el viaje se le pasa tremendamente rápido. Nadie le dice nada, no le piden ni fotos, ni audios ni interrumpen la paz de su trayecto mientras escucha una de las playlist que comparte con su hermano.
Llega a la capital y anda por la estación de Atocha con paso decidido hasta la parada de taxis, allí coge uno y se dirige al lugar que le indicó Alfred la última vez que hablaron. Ya es de noche, así que duda mucho que alguien le reconozca con la tenue luz de las farolas. Le manda incesantes mensajes de texto pero él no le contesta.
Llega a la puerta del hotel y le llama; él no descuelga su teléfono, intenta ponerse en contacto con su representante pero tampoco tiene suerte. Está al borde del llanto, porque se ve sola en Madrid, sin un sitio para dormir, por haber cometido la locura de presentarse en la capital sin previo aviso.
Se siente tan agobiada que empieza a notar dificultades para respirar, cierra los ojos intentando concentrarse en la técnica que le dio su terapeuta para controlar la entrada de aire en sus pulmones en situaciones de estrés; de pronto, alguien le toca en el hombro y ella, al abrir los ojos, se encuentra en un lugar totalmente distinto.
Amaia ve pasar los árboles ante sus ojos a gran velocidad. Los rayos de sol de diciembre le hacen un poco de daño a la vista, necesita sus gafas de sol con urgencia. Javier, a su lado, ha dejado de revisar el cuestionario que le pasaron hace un par de días para las próximas entrevistas que tienen que conceder.
—¿Qué te pasaba? —le mira preocupado—. Gimoteabas en sueños.
—Era sólo una pesadilla, no te preocupes.
Vuelve a recostarse en su asiento, han cogido el tren a primera hora de la mañana del viernes y ella ha dormido bastante mal esa noche. Está agotada mentalmente, se ha acostado tardísimo escuchando el disco de Alfred; se quedó sola en el salón para hacerlo tranquila y sin distracciones para luego llamarle por teléfono y compartir impresiones con él.
Sin embargo, después de escuchar el disco que ha sacado el chico, intentó llamarle por teléfono pero todo el rato comunicaba. Se imaginó que no pararía de sonarle el móvil recibiendo felicitaciones por parte de sus familiares, amigos y compañeros.
Ahora, de camino a Madrid dispuesta a empezar la promo, se arrepiente de haberle mandado sólo un simple mensaje de texto felicitándole y prometiéndole que cuando vuelvan a verse le dirá todo lo que le parece el disco. Él le ha contestado con un escueto gracias y un emoji sonriente.
Insuficiente para Amaia, que esperaba un mensaje tierno diciéndole que no pasaba nada por su ausencia. Está preocupada porque el chico se haya enfadado con ella por su ausencia, la última vez que hablaron por teléfono fue un rato antes de que saliera en La2 Noticias presentando su disco.
El destino o la casualidad le hicieron coincidir con los chicos de Carolina Durante en el plató. Amaia se enteró de ello cuando se conectó al directo de Instagram de los informativos de la cadena pública para ver la entrevista a Alfred. Minutos antes de que se iniciara la conexión en directo con los seguidores de Instagram, hablaron por teléfono. Le dio tanta ternura escucharle constipado que no pudo evitar poner cara de boba durante los minutos que duró su conversación.
En ese momento todo estaba bien, pero ¿y ahora? Necesita verle cuanto antes y despejar sus dudas. Por nada del mundo querría que se estropeara lo que sea que tienen por dar un paso en falso.
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Ellos
ФанфикTodo sigue igual entre ellos. Después de la gira con sus compañeros de Operación Triunfo, Amaia se traslada a Barcelona para iniciar su carrera musical cerca de las dos personas que más quiere en el mundo: su hermano y Alfred. Atrás deja a su famili...