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Se mira al espejo, han conseguido disimular sus prominentes ojeras con un par de capas de maquillaje con éxito, aunque el juego de luces que van a utilizar en el vídeo no va a permitir que se le vea demasiado bien la cara. Los colores malvas, morados y rosas van a dar un aire melancólico al plano secuencia que van a grabar como videoclip de esa pequeña nana de menos de dos minutos.

Helena le ayuda a enfundarse en ese vestido blanco, propio de una aparición extracorpórea, que le da un aire de ninfa de los bosques de una época pasada. El vestuario, escogido justo a su regreso de Nueva York, parece que le queda algo más holgado que la primera vez que se lo probó. Su situación personal le crea tanta ansiedad que se le ha cerrado el apetito y parece adelgazar a pasos agigantados.

—Tía, tienes que comer algo. Yo sé que estás muy nerviosa, pero mira cómo te queda —Helena se coloca un alfiler en la boca—. Voy a tener que darle un par de puntos por aquí porque es que no te hace forma en el cuerpo, no se acopla.

—Ya... Ya sé... —se queja Amaia con pesadez.

—¿Cómo estás? —su amiga no sabe cómo preguntarle—. Vi el vídeo de Lecturas en Twitter...

—Bueno, lo peor fueron las fotos, en el vídeo no parece tan terrible. Aunque es cierto que hay partes de nuestra conversación que las han puesto en los subtítulos y no está todo lo que dijimos, ni tampoco lo que hicimos —Amaia se muerde el padrastro a pesar de saber que lleva un vestido blanco que podrá manchar en caso de hacerse sangre.

—¿Qué hicisteis? —Amaia le dedica una mirada de soslayo, duda de si se lo pregunta en serio o está bromeando.

—Pues discutir, enrollarnos delante de todo el mundo, volver a discutir y luego ir a mi casa para terminar follando. Ese es el resumen de la noche.

—Ni tan mal, oye... —Helena se ríe—. Amaia, tú le quieres y él te quiere, pero tenéis que poner un poco de vuestra parte si queréis arreglarlo. Es cierto que ha tenido actitudes que yo no comparto, pero sé que a ti te hace muy feliz y yo no soy nadie para cuestionar si es o no bueno en tu vida. Supongo que Maddi tiene otro carácter —baja la voz para que su otra amiga, que está al fondo de la sala, no se entere de lo que acaba de decirle—. Es tu vida y de nadie más.

—Helena —le mira incrédula. De momento ella, junto con Itxaso, es de las pocas amigas que ha mostrado un poco de empatía con Alfred—. Muchas gracias. Pensaba que tú no... No le soportabas.

—¿Yo? Pero si hasta hace dos días le seguía en Instagram... Yo shippeaba como una perra todo lo que salía de vosotros —se ríe Helena de su propio comentario y también provoca la risa de Amaia.

—¡Ey! ¿Cuál es el chiste? Que me ría yo también... —dice Maddi aproximándose hasta las chicas.

—Nada, nada —dice Helena compartiendo una risa cómplice con Amaia.

Ese viernes dejan prácticamente todo el vídeo grabado. Han necesitado más tomas de las esperadas porque a Amaia le entraba la risa y, al ser un plano secuencia, tenían que empezar desde el principio a grabar cada vez que la chica fallaba.

Se va de cena con todo el equipo que ha participado en el rodaje y la fiesta se alarga hasta bien entrada la madrugada. Un par de chicos le han entrado en la discoteca, pero ella sólo le ha seguido el juego a uno que se daba un aire a su exnovio. Sin embargo, no ha llegado a nada más, no se siente preparada para ello todavía y besar otros labios que no sean los de Alfred es más una condena que un placer. Además, sentiría que le está traicionando con un completo desconocido.

El sonido de su móvil vibrando en la mesilla de noche le despierta. Le va a estallar la cabeza, no recuerda haber bebido tanto como para tener semejante resaca. Comprueba su móvil y ve la llamada perdida de su hermano que no le ha dado tiempo a coger antes de que él colgara. Marca su número y en menos de un segundo recibe respuesta.

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