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No puede evitar morderse los padrastros de su dedo gordo de la mano izquierda, provocando que le salga sangre de forma incontrolable. Está nerviosa, cansada, al borde de un ataque de pánico, esperando en esa inmensa sala de las oficinas de Universal. Le acompañan Javier y Raúl, su escudero y su productor, los dos principales pilares de su proyecto musical. También está Marta, su representante de la discográfica y que conoce desde su etapa en Eurovisión.

De vez en cuando echa un vistazo a la pantalla de su móvil, esperando que Alfred le escriba algo más. Pero no, si el chico hiciera acto de presencia en ese momento sólo conseguiría contribuir a aumentar su nerviosismo.

La secretaria les informa que pueden entrar en el despacho de Narcís Rebollo, el pez más gordo de ese acuario. El hombre les espera con una amplia sonrisa que crea más inseguridad a Amaia.

—¡Por fin! Ya tenía ganas yo de escuchar lo que nos vais a ofrecer —dice el ejecutivo mientras estrecha las manos de los asistentes a la reunión—. ¿No os habréis dejado el pen drive con el disco en Nueva York, no? —una carcajada estridente se escapa de sus labios mientras les indica dónde deben sentarse—. ¿Café, té? —lo rechazan amablemente—. Bueno, supongo que estaréis cansados pero ya sabéis que no podemos perder tiempo, tenemos que tener al menos el primer single a principios de diciembre para que lo presentes en Operación Triunfo y el disco entero en Navidad. No te importará ser la competencia de Alfred y de Aitana, ¿no? —comenta entre risas.

—La música no es una competición, cada uno tenemos nuestro propio público, aunque hayamos salido del mismo programa de televisión —odia que anden siempre creando competitividad entre compañeros de profesión—. Pero bueno, no pasa nada, supongo que a usted sólo le interesan las buenas cifras y las ventas —espeta Amaia mientras su hermano le dedica una mirada fulminante y le da un leve toque en la pierna para que se mantenga callada.

—Mujer, era una broma, ya imagino que te encantará ver triunfar a tu novio y a tu amiga —Narcís mira a Javier, intentando encontrar una explicación al descaro de Amaia pero no encuentra apoyo—. En fin, vamos a lo que vamos y escuchemos esas composiciones.

Durante las 2 horas y media que dura la reunión, Amaia se da cuenta que ese sonido no termina de convencerle. Ella quiere un sonido popero y lo que escucha es más melódico que otra cosa, algo parecido a Sufjan Stevens que, aunque le guste, no termina de encajar con lo que busca para su primer disco.

Cuando salen del edificio y se montan en el coche, la chica ni siquiera habla. Está agotada en todos los sentidos en los que una persona puede agotarse, sólo quiere llegar al hotel y dormir durante todas las horas que le faltan de sueño. Una vez en el hotel, Javier le sugiere ir a cenar a una pizzería cercana pero Amaia está inapetente y le informa que se queda en el hotel.

—Peque, necesitas salir y despejarte un poco. Tienes muchas cosas en mente últimamente, mucha presión... —dice Javier mientras retira un mechón de pelo de la cara de su hermana.

—No, no creo que necesite ahora mismo salir, Javi. ¿Para qué? ¿Para que ni siquiera podamos cenar tranquilamente porque, al menos, 3 o 4 personas se nos van a acercar para pedirme una foto? —la chica arrastra las palabras, está realmente cansada—. En serio, prefiero quedarme aquí. Me ducharé, me pondré una peli o algo y dormiré, o eso espero. Además, mañana tenemos que ir al evento ese y por la tarde quiero quedar con Aitana.

—Está bien, pero si te encuentras mal o algo, me llamas. ¿Entendido?

—Que sí, pesado. Venga, vete, no hagas esperar a Raúl.

Se mete en la ducha y parece que su cuerpo va relajándose poco a poco. No tiene muy claro el día que es, el jet lag le ha afectado más que en el viaje de ida. Repara en que es lunes, 12 de noviembre, exactamente hoy hace un año que se besó por primera vez con Alfred y lo recuerda como si acabara de pasar.

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