Nota unas fuertes manos agarrándola por la cintura, sabe perfectamente de quién son; pero no quiere girarse, más bien no debe hacerlo, porque entonces saldría mal en todas las fotografías. Cuando Ricky ha sugerido hacer una última foto de familia, un sentimiento de nostalgia le ha inundado el pecho. Parece mentira que aquello sea ya el final de una etapa.
Ha estado deseando que este día llegara, que por fin se acabara ser la ganadora de un talent show destinada a salvar la música del país y la protagonista de un cuento de hadas que sólo existe en el imaginario del gran público, porque ellos no son príncipes, su relación no es idílica y, a pesar del amor que se tienen, ambos son conscientes de que lo mejor es seguir caminos separados, aunque de vez en cuando sus sendas se crucen.
Con sus dedos roza la mano de Alfred, con la esperanza de que el chico se comporte y no la torture con un ataque de cosquillas, pero se equivoca. Al igual que el día anterior, Alfred comienza a acariciarla de esa manera con mucha más efusividad; así que Amaia se gira bruscamente para intentar apartarlo pero con tan mala suerte que lo único que consigue es que el chico le atenace aún más.
Ella huye de ese ataque de cosquillas pero él, riéndose como un loco, la persigue por todo el camerino, ajenos a que Agoney ha grabado toda esa escena y la ha subido a Instagram, para acabar arrinconándola contra la pared. Están tan cerca que Amaia puede percibir su aliento contra su boca, se pasa la lengua por los labios, preparándose para el inminente beso que se avecina.
—Uy, uy, uy... cómo estamos, ¿no? —dice Mireya interrumpiendo ese momento mientras les mira con picardía.
Ellos, rojos como tomates, se separan y recuperan la compostura. Se dirigen hacia el escenario, va a dar comienzo en breve el último de los conciertos de su edición; es hora de pasar el testigo a la siguiente generación de triunfitos y, realmente, saben que juntarse los 16 va a ser más complicado de lo que querrían. Uno a uno van saliendo a cantar sus canciones; a veces a dúo, otras en solitario.
Avanza por el pasillo con decisión para ver, una vez más, entre bambalinas cómo Alfred lo da todo con Que nos sigan las luces. Se muerde el labio cuando ve lo que es capaz de hacer: siempre tan entregado a su público, que le responde con las linternas de sus móviles encendidas una vez más.
Lo desea, lo quiere con todas sus fuerzas, aunque sabe que no se han encontrado en el momento más adecuado de sus vidas. Admitírselo le ha costado meses, y sabe que será muy duro separarse de él, pero acepta que, de momento, su destino es vivir separados, por su propio bien y el de sus carreras; sabe que él ha empezado a tomar conciencia de ello, aunque aún le resulte extraño hablar con él sin tener ese vínculo tan fuerte.
Realmente, le da igual. Piensa disfrutar de las escasas horas que le quedan a ese día con él. Sabe que la tarde de mañana debe volver a Pamplona con sus padres, la separación será inevitable, en todos los sentidos en los que dos personas se pueden separar. El problema va a ser su regreso a Barcelona después de las Navidades, cuando llegue y le espere su propia soledad entre las cuatro paredes de su casa, con la certeza de que él no se presentará por sorpresa cualquier noche tonta.
Un sentimiento de indefensión se apodera de su pecho. Saldría corriendo hacia el escenario, donde él todavía entona las últimas estrofas de su tema en solitario, para decirle que le quiere, para pedirle que no la deje sola.
No, no puede hacerlo. Necesita encontrarse en ese mundo, saber convivir con las circunstancias que les han tocado a ambos y ser algo más madura para poder llevar una relación como la que desea con él.
Sin ser demasiado consciente, se ve sentada en la banqueta frente al piano que han colocado en el centro del escenario. Tiene ganas de llorar, todo lo que desea es que pase rápido el momento de cantar juntos, por última vez, la canción con lo que todo comenzó. El tema que los unió como amigos, como pareja, que consiguió enganchar a la mitad del país a la pantalla de una televisión para observar de cerca la evidencia de la que todo el mundo hablaba menos ellos.
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Ellos
Fiksi PenggemarTodo sigue igual entre ellos. Después de la gira con sus compañeros de Operación Triunfo, Amaia se traslada a Barcelona para iniciar su carrera musical cerca de las dos personas que más quiere en el mundo: su hermano y Alfred. Atrás deja a su famili...