SUCUMBIENDO AL DESEO

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Lucius no llegó a su hora aquel lunes por la mañana, dejando a la pelirroja con las ganas de perderse, aunque fuese por un instante, en aquellos ojos grises tan profundos. Los ojos que inconscientemente estaban robando toda su atención.


Saludó a Rubén y entró a la oficina de su jefe sentándose ar ordenar unas carpetas que debía entregar al mago tan pronto se dignara a presentarse en la oficina.


Al poco tiempo la puerta se abrió.


Lucius Malfoy vestía impecablemente como de costumbre y avanzó a grandes zancadas hacia la joven. La deseaba, la deseaba como nunca había deseado a otra mujer y no podía resistirse más a sus encantos.


Todo esfuerzo resultaba inútil.


Ginny lo vio aproximarse y su cuerpo la obligó a dar unos pasos en dirección opuesta. El brillo que notaba en los grises orbes del mayor le había cortado la respiración y eliminado todo pensamiento coherente.


Lucius le dio alcance rápidamente y la tomó firmemente por la cintura haciendo que soltara la carpeta que permanecía en sus manos. Se dedicó a mirar largo rato en aquella comprometedora posición. Esos labios le resultaban tan perfectos... y tentadores.


Acortó poco a poco la distancia existente entre sus rostros.


¡No se atreva!


Pensó gritar, realmente lo pensó, la pelirroja; pero ya era tarde, muy tarde. Algo dentro de ella le pertenecía por completo a aquel hombre. Ella también deseaba. Quería sentirlo dentro suyo... Quería ser besada por el sexy hombre frente a sus ojos, y así fue.


Aquel beso no tuvo nada de tímido o tierno. El rubio la besó con una fuerza increíble, la besó como si en eso se le fuera la vida... Resultaba tan avasallador que Ginny no podía llevarle el ritmo, sólo se dejó hacer por el experto. Se dejó besar y se abandonó por entero a aquel mago que la volvía loca, permitiéndole así que la llevara hasta el escritorio.


Las experimentadas manos empezaron a bajar de la cintura hasta sus muslos... Ella trató de pararlo, pero él fue más rápido. La recargó totalmente en el escritorio mientras que todas carpetas caían y los papeles eran esparcidos por la alfombra.


Sus labios bajaron hasta su cuello y, por fin, Ginny pudo enredar sus finos dedos en aquel rubio, cabello. Lo que sintió fue indescriptible. Las finas hebras resultaban tan cálidas a su tacto y, ante todo, eran una parte de él.


Se mordió fuertemente los labios, aquel hombre amenazaba con sacar sonidos extraños de su boca, aunque dudaba resistir en silencio por más tiempo. Lucius mordió su cuello al tiempo que masajeó sus senos fuertemente por encima del vestido, ¡que estresante! Odiaba aquel vestido por no permitirle besar esos volcanes... por impedirle beber del dulce néctar que bajo la tela le aguardaba.


La acarició con mayor pasión y esto fue suficiente para que la pelirroja soltara un pequeño gemido al oído del mortífago.


No supo que pasó después, se perdió... Se perdió en aquella pequeña escena que no quería que acabara nunca.


Lucius se separó un poco para desabrocharse el pantalón sin dejar de besarla... Jamás había sido tan acelerado, pero algo dentro de sí le indicaba que lo correcto era hacerlo pronto o corría el riesgo de que la preciosa pelirroja se arrepintiera de estar íntimamente con él.


Sacó su miembro erecto ante la sorpresa de Ginny. Aquello era muy grande... jamás había visto algo tan grande... Aunque, claro, no gozaba de mucha experiencia, pues no había llegado a intimar con ninguno de sus novios más que con Harry. No tuvo tiempo de pensar en el dolor que podría causarle la intromisión de Lucius, tomando en cuenta que hacía mucho no tenía relaciones, pues el mayor hizo de lado su ropa interior y entró en ella con fuerza.


Ginny ahogó un pequeño grito de dolor.


Lucius la había penetrado de una sola vez. De golpe cada centímetro de su grueso y venoso falo la llenó por entero. Sus testículos chocaron con la curva inferior de las nalgas de la pelirroja, mas a ésta no le importó. En verdad deseaba sentirlo, sentirse suya, incluso si se trataba de una primera y última vez, de un debut y despedida.


Lucius sintió que todo su mundo se vino abajo. En ese instante nornexistía nada que no fuese él y la hermosa pelirroja entregándose al placer que él le ofrecía. Verla ahí, sobre su escritorio, le resultaba tan excitante, algo tan prohibido...


Comenzó a embestirla con fuerza obligándola a sostenerse con ambas manos de los costados de la mesa. No podía ser más tierno con ella... El deseo estaba a punto de consumirlo. Había pasado aquel maldito fin de semana sin podérsela sacar de la mente... Había esperado mucho por hacerla suya.


Los pechos de Ginny subían y bajaban al compás de las embestidas del rubio... quien se deleitaba mirándolos.


Ginny no tardó mucho en sentir algo indescriptible en su interior, el mago se dio cuenta y afirmó el agarre de su cintura habiéndola llevar su ritmo... Ella se arqueó en repetidas ocasiones sobre la mesa, mientras él cerraba los ojos disfrutando el momento. La chica gimió con tanta fuerza que tuvo miedo que alguien pudiera escucharla.


¡Por Merlín! Jamás había algo similar en toda su vida. Aquellas interminables noches de amor con Harry quedaron reducidas a nada por aquellos  minutos con el hombre.


Lucius sintió el orgasmo aproximándose. Levantó un poco la espalda de la chica, a modo que ella enterrara su nariz en el cuello del mago, y depositó su semilla dentro del minúsculo y suave cuerpo haciendo que Ginny soltara el gemido más grande de su vida... el que fue callado por un fugaz beso.


Se miraron largo rato. Ginny sudaba y trataba de recuperar el aliento sobre la mesa, acostada. Lucius también estaba sudado, pero aún conservaba su distinguido porte, esperó un poco y salió de ella.


Subió su cremallera y se dio la vuelta sin mirarla.


—Recoge este desastre —ordenó y, sin más, salió cerrando la oficina de un portazo.


Ginny se incorporó y miró con odio hacia la puerta.


¿Qué había significado aquello para él? Lo más seguro era que el gran Lucius Malfoy la viese desde entonces hacia adelante como una PUTA más en su larga lista de amantes.


Se odió a sí misma por no haber tenido la fuerza de voluntad para detenerlo, por no saber parar a tiempo. Se bajó el vestido y con lágrimas en los ojos recogió los papeles que estaban en el suelo. Se sintió humillada, peor que una cualquiera... pero feliz... inmensamente feliz por haberse entregado a aquel mago de profundos ojos grises.

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora