EL CORAZÓN DE LA SERPIENTE

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   Advertencia: Dramione

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Hermione caminó por los hermosos jardines del hotel, estos se encontraban alumbrados por bellas luces de colores. Tanto Draco como ella habían optado en dejar solos a Lucius y a Ginny, porque éste deseaba hablar con su pelirroja luego de varias horas. Parecía imposible para el hombre esperar a la mañana siguiente. Le había preparado una sorpresa, pensaba que una cena en el balcón de la recámara a la luz de las velas podría ser lo que su pelirroja necesitaba para olvidarse de sus miedos.

Ambos esperaban que funcionara. Un amor como el que ambos se tenían no podía desaparecer de la noche a la mañana, mucho menos ocultarse únicamente por un cúmulo de gente idiota que no lograba entender que todos, absolutamente todos merecen una segunda oportunidad. Justo como Dumbledore decía, incluso en la más absoluta oscuridad siempre habrá una pequeña ráfaga luminosa... Dentro de Lucius, dentro de Draco, dentro de todos los que alguna vez se equivocaron, seguro existía el amor en pequeñas cantidades, sí, pero existía.

Solo era cuestión de mostrarles que el amor era la magia más poderosa. Lucius y Ginny lo estaban descubriendo. Hermione daría todo porque el resto también lo entendiera de esa forma.

La castaña divisó a lo lejos la figura del dragón de los Malfoy. Estaba de pie frente a la alberca y fumaba distraídamente un cigarrillo. Hermione tenía bastante sin verlo fumar. Se dijo a sí misma que tendría que quitarle ese feo hábito, como doctora no podía permitir que se arruinara de esa manera los pulmones. Metió ambas manos en los bolsillos y avanzó a su encuentro. Draco sonrió aun dándole la espalda, le bastaba con sentir su aroma para saber que se trataba de ella.


—¿Todo bien?


Hermione asintió parándose a su lado. No se miraron. Dejaron que sus ojos se perdieran en el azul, en ese momento oscuro, del agua frente a ellos.


—Gracias por lo de hoy... Yo, no pensé que estuvieras cerca.

—No hay de qué. Mi padre no se fio de dejar a Ginny sola con esa bola de gente estúpida, y claro que fui con él. Sabía que estarías allí.

—Supongo que era obvio... —sonrió tristemente. Draco asintió y esta vez la miró—. De todas formas, gracias.

—Me dejaste algo intranquilo el día de ayer —comentó al tiempo que daba una larga calada a su cigarrillo—. ¿Él... no te hizo daño, verdad?


El humo del cigarro contrario se elevó en espirales al cielo y Hermione negó lentamente.


—No, no me pasó nada, tranquilo. Yo... no sabía si llegar a casa o irme lejos, quizá quedarme en algún hotel de paso. Pensé incluso en llamarte, quería que me llevaras lejos de mi casa... no quería enfrentar a Ron —confesó en un suspiro—. Finalmente decidí llegar y me encontré a Harry allí. Ya lo sabía todo, bueno, casi todo.

—¿Casi todo?

—Mh. Sabía que tu padre y Ginny estaban en una relación, pero esperó a que yo estuviera allí para soltar su veneno respecto a nosotros.

—Joder —maldijo un enfadado Draco echando el cigarrillo al suelo al tiempo que lo aplastaba con el pie—. Estúpido bocazas.

—Lo sé... Dijo que yo había llegado contigo al centro comercial y Ron pensó lo peor. Ya te imaginarás... —suspiró de nueva cuenta. Draco se relamió los labios y pasó ambas manos por sus rubios cabellos tratando de despejar un poco su mente. Aquella mujer lo volvía loco, pero no deseaba ser un problema en su vida.

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora