LAS PALABRAS ANHELADAS

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Lucius subió las escaleras a gran velocidad. No lo pensó dos veces. Escuchó gritar a su pequeña amante y lanzó el primer hechizo que cruzó por su mente, haciendo que Albert chocara contra la pared.


—¡Eres un imbécil! —gritó el rubio al ver a su pequeña llorando en el suelo con parte del vestido desgarrado—. ¡Desmaius!


Un chorro de luz azul pasó rozando la cabeza del otro quien logró esquivarlo y replicó.


—¡Sectusempra!


Demasiado tonto, Lucius conocía el contra hechizo y no dudó en usarlo.


—¡Crucio! —lanzó Albert—.


Pero Lucius fue más rápido, segundos antes había pronunciado el mismo hechizo y ahora, el pelinegro se retorcía a sus pies gritando de dolor.


—Eso es para que aprendas a respetar las cosas ajenas —gritó Malfoy disfrutando el placer de hacerle pagar lo que había estado a punto de hacerle a su pequeña—.

—¡Basta! —suplicó Ginny viendo como el hombre gritaba presa del dolor más profundo, quería que ese hombre pagara el daño que estuvo a punto de hacerle, pero se negaba a ver esa bestia que se escondía bajo el disfraz de hombre de Lucius. Ese maldito mortífago que había asesinado a sangre fría, el culpable de tantas muertes... quien cargaba tanta sangre, lágrimas y sufrimiento de magos y muggles en su espalda—. ¡Basta, Lucius! ¡HE DICHO BASTA!


Pero Lucius no la escuchó, estaba perdido en el placer de lastimarlo... ¡Por el orgullo de Salazar! Quería matarlo... 

Finalmente lo dejó y acercándose al hombre lo tomó fuertemente por el cuello de su camisa.


—¡Quiero que te largues!

—¡No sabes lo que haces Malfoy! —le gritó con las pocas fuerzas que le quedaban—. ¡Imperi...

—¡Avada ke...

—¡NO! —Gritó Ginny llegando hasta él. Lo sostuvo por la espalda y el gran Lucius Malfoy que jamás nunca antes había parado... se detuvo.


Su pelirroja se veía tan frágil que no quiso hacerla sufrir más. Tomó a su amigo de copas nuevamente de la camisa y lo sacó a patadas del departamento, no sin antes advertirle que si volvía no dudaría en matarlo.

Y vaya que Lucius Malfoy siempre cumplía sus amenazas.



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La pelirroja se quedó de pie en el mismo lugar. Se dedicó a observar la forma tan violenta en la que el rubio corría al otro hombre. Finalmente entró, cerró la puerta y apoyó su frente en ella, para luego girar sobre sus talones y mirarla fijamente.

Ginny no logró descifrar aquella mirada. Se limitó a sostenerla. No quería perderse ni un solo detalle de los ojos grises que tanto le gustaban.

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora