MÍA I

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Lucius caminó largo rato por su habitación sosteniendo una copa en la mano. Ya era tarde, desde la mañana que salió de la oficina no le había dado por volver al trabajo, al contrario, evitaba hacerlo.

Sin embargo, por más que lo intentara, el alcohol, su aliado, su eterno amigo, no lograba sacar la imagen de la pelirroja de su mente. Se veía obligado a reconocer que el sexo con la más pequeña de los Weasley le había dejado realmente satisfecho, era una sensación que no lograba a menudo, por no decir que no recordaba la última vez que había experimentado la calidez en su pecho tras un intenso orgasmo.

Resultaba increíble lo que aquella chica había logrado con un pequeño y simple polvo en la oficina.

Le encantó verla recostada en el escritorio... Escucharla gemir de placer. Entregarse a él sin poner reparos.

Mas no era suficiente.

Él quería más. No podía engañarse.

—¡Maldición!

Se estaba volviendo loco, estaba seguro que pronto lo estaría. ¿Quién lo diría? El gran Lucius Malfoy con las hormonas alborotadas por una estúpida niña. ¿Acaso no debería ser suficiente con una follada? ¿Por qué su cuerpo le pedía más?

Tal vez porque el vestido de su secretaria le impidió acariciar sus grandes pechos, porque la incómoda posición no le permitió besarla hasta quitarle el aliento o acariciar sus largas, suaves y bien formadas piernas... solo satisfacer su deseo de forma momentánea.

Necesitaba volver a tenerla. Esta vez por completo.

Le urgía deleitarse con su desnudez. Contemplarla en todo su esplendor, hacerla suya sin limitación alguna, ni de tiempo o espacio.

Tomó su saco y salió a toda prisa de la mansión Malfoy.

Oh, Lucius... Este tipo de locuras, ¿a tu edad?

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Ginny llegó rendida a su departamento. Se quitó la ropa con lentitud y de mala gana se colocó una pequeña bata blanca que dejaba ver sus encantos, siempre dormía así, a Harry le gustaba.

Apagó la luz y se tiró en la cama, pero sintió sed, así que decidió ir por un vaso de agua. Abrió el refrigerador y se sirvió, sin percatarse que una sombra negra se deslizaba a su cuarto con el sigilo de una maldita serpiente...

Regresó y de nuevo se tiró en la cama sin taparse, la bata se le levantó un poco, aunque no tuvo tiempo de prestarle atención, ya que un sonido la hizo sentarse con rapidez.

Ahí, de pie en un rincón, la figura de un mago rubio la observaba con esa llama tan peligrosa en sus ojos grises... Se aproximó lentamente dejando su saco en el suelo.

—¿Qué hace aquí? —preguntó la joven tratando de alcanzar la varita que descansaba sobre la mesita de noche. El hombre ya había tratado de matarla una vez, no tenía motivos para dudar que en ese momento no se tratara de lo mismo.

—Ni se te ocurra —advirtió Lucius en voz baja, él mantenía su varita en alto. Amenazante—. Sólo déjate llevar...

Sin darse cuenta el hombre llegó hasta la cama y comenzó a morder su cuello con ansia.

—Ba... basta —rogó Ginny alejándolo con fuerza. El hombre era por lo menos unos veinte kilos más pesado que ellas y unas dos cabezas más alto, pero hizo su mayor esfuerzo.

—Tranquila, niña—habló Lucius con su característico arrastrar de palabras—. Si te estás quieta no te causaré daño alguno. He venido a terminar lo que comenzamos en la mañana...

La más pequeña de los Weasley pensó hablar, pero unos labios la callaron de golpe. ¿Qué podía hacer? Estaba sola e indefensa en su casa, no había nadie cerca que pudiese acudir en su auxilio. Nadie, ni amigos ni familiares, sabían en dónde vivía... ¿salvo él?

Debía haberlo visto en el contrato.

Lucius la acostó totalmente en la cama y mordió su cuello, sus manos exploraban la piel desnuda de la chica... bajaban por sus largas piernas y brazos... Ginny sintió que murió cuando abandonó su cuello y dejó un camino de besos pasando por sus pechos aun cubiertos por la tela y su estómago.

La despojó de su delgada bata dejándola únicamente con sus bragas.

Un gemido ronco salió del mago y se abalanzó sobre sus pechos, los cuales lamió, succionó y mordió por largo rato haciendo que la pelirroja soltara pequeños gemidos imposibles de contener. Era tan perfecta... sus pechos tan dulces...

Bajó más lamiendo su ombligo en el trayecto. Acarició sus costados dos veces y a la tercera se llevó sus bragas al suelo dejándola desnuda por completo.

Se separó un poco para apreciar su desnudez... y se apoderó nuevamente de sus labios... Ginny le dio permiso para entrar en su boca y sin poder contenerse comenzó a desabrochar su camisa. Quería tenerlo dentro en ese momento, no había dejado de pensar en él durante todo el día... pensó que a la mañana siguiente no la miraría, que haría como si nada hubiera ocurrido en su escritorio, pero no era así... ahora estaba con ella y la haría suya.

Otra vez suya.

Sentir los dedos de la joven en su pecho lo hicieron enloquecer y se libró de sus pantalones, casi al mismo tiempo que ella logró arrojar su camisa al suelo junto al resto de ropa.

Lucius estaba tan desnudo como ella y su cuerpo perfecto tibio... volvió a besar su estómago... luego a recorrerlo con su lengua hasta llegar a su parte más íntima... Ginny se sobresaltó... sus experiencias sexuales con Harry no habían sido tan lujuriosas, más bien tiernas, pero no necesitaba ser una PUTA para saber lo que el mago haría a continuación.

Lucius se dio cuenta de que la pequeña jamás había sentido aquello, por lo que volvió a besar su cuello pensando que ya habría tiempo para enseñarle lo que era sentir la lengua de tu amante tocando la parte más sensible de tu cuerpo...

Mordió suavemente el lóbulo de su oreja y ella enredó sus manos en la larga cabellera rubia... pegándolo más... sintiéndolo... sintiendo como rozaba su enorme miembro en su ya palpitante entrada...

Esta vez no la penetró con fuerza. Lo hizo de forma lenta. Entró poco a poco, con cautela, haciéndola sentir tanto como él, haciéndola soltar los pequeños gemidos que lo volvían loco.

Se detuvo para que la pelirroja se acostumbrara a su imponente tamaño y comenzó a embestirla, algunas veces lento y otras más rápido. Ginny acariciaba su espalda, sus músculos, su cabello... enredaba los brazos alrededor de su cuello ofreciéndole el suyo para que lo probara... en un arranque de pasión, aprovechando que el mago estaba casi sobre ella, le besó el pecho... notó que le gustaba y siguió dejando una hilera de besos alrededor de aquel pecho tan fuerte...

Lucius disfrutaba al máximo aquellos besos, la boca de Ginny le quemaba como ninguna lo había hecho. Aumentó las embestidas y observó como el rostro de su pelirroja se contraía en una mueca... por lo que no dudó en aminorar la fuerza.

—No... nnno... se...sss detenga —suplicó entre gemidos, a punto de alcanzar el orgasmo.

Aquello fue el combustible que el mago necesitó para completar su trabajo. Se movió con fuerza sintiendo como sus paredes se contraían... sintiendo como ella gozaba tenerlo dentro...

Un gran gemido salió de ambas bocas al mismo tiempo. Juntos alcanzaron el máximo placer en perfecta sincronía. Lucius sudaba; unos cuantos cabellos se pegaron a su rostro de duras y experimentadas facciones y la pelirroja se los quitó con ternura, rozando el rostro que jamás se atrevería a tocar en otra situación...

En ninguna otra, salvo en esa.

Él pegó la boca a su oído y tratando de regular su respiración murmuró:

Eres mía Ginebra Weasley. No lo olvides.

Luego, salió con lentitud de su centro y se vistió en silencio.

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora