LAS COSAS EN SU LUGAR

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Ginny despertó feliz aquella mañana, estaba entre los brazos del hombre que amaba. Después de meses luchando contra el impulso de buscarlo... contra el impulso de besarlo, de tocarlo... finalmente tenía aquel atractivo mago en su cama. No podía importarle menos la habladuría de la gente, lo que los periódicos dijeran o los resultados de la votación de ese día.

Lo único que a Ginny Weasley le importaba era la pequeña familia que, sin quererlo, como la sorpresa más bella de la vida, había formado junto a Lucius Malfoy.

—¿Qué tanto piensas? —Preguntó el mayor. Estaba acostumbrado a observar aquellos risueños ojos, siempre con una enorme sonrisa en la faz.

Sí, la serpiente, irremediablemente, se había enamorado. Y algo muy dentro de sí le decía que todos sus pecados habían sido perdonados y, si acaso quedara alguno suelto, alguno que Azkaban y el perdón pasado de Potter no hubiese expiado, estaba dispuesto a pagarlo... con tal de seguir junto a la pelirroja y aquel bebé que venía en camino.

—En nosotros, en todo. ¿Tienes idea de lo loco que suena esto? —Cuestionó en medio de una suave risa. Finalmente se había quitado un gran peso de encima—. Tú, un mortífago... enamorado de una Weasley...

—Cuando lo dices así parece sacado de una película de terror —señaló mostrando una sonrisa igualmente divertida. Su índice se deslizó cariñosamente sobre la piel expuesta de la mujer.

—¿Por qué yo...? Tenías tantas bellas mujeres a tu alrededor, mujeres que traerían menos complicaciones a tu vida.

—Honestamente no lo sé —declaró con total sinceridad. Su voz suave, amorosa siempre. Sus ojos grises clavados en los verdes de su amada—. Creo que así es el amor... Solo sé que quise resistirme hasta el último momento, pero no pude. Caí rendido a tus pies.

—Sigo sin saber quién se rindió ante quién.

—Claramente fui yo.

—No estaría tan segura... Yo también me rendí... hace mucho tiempo que dejé de oponer resistencia a esto. Te amo, Lucius Malfoy. Te amo con todo mi ser... te amo tanto que duele.

—No tiene por qué doler... —señaló el mago en tono ronco, bajo, acercándose a los labios contrarios—. Nuestro amor no tiene porqué lastimar más, llegó nuestro momento de ser felices, amor mío. Para siempre, como en los cuentos de hadas.

—No me queda muy claro cuál sería nuestro papel —volvió a reír mientras correspondía lentamente a los pequeños besos de su amado—. ¿Soy la princesa que cambió al protagonista por el villano? ¿O soy la villana también...?

—Pues abandonarme... retar al héroe del mundo mágico y trazar un plan tan elaborado, sí que fue tenebroso. Creo que la bruja malvada definitivamente eres tú, yo no soy más que un ser inocente que cayó rendido bajo tu hechizo.

—Seguramente...

Los besos entre ambos siguieron. Desde el instante en que Lucius Malfoy conoció toda la verdad no se separó de la mujer. Visitaba la oficina de forma exprés y solo en casos muy necesarios, no quería perder ni un día más del embarazo de la pelirroja. La mano del hombre se detuvo sobre el abultado vientre y le acarició con extrema dulzura.

—Él no te culpa, ¿sabes? Me refiero a Draco. Él ya ha aceptado a nuestro bebé y... sabe que incluso si eres más dulce con él, no significa que no lo ames.

—Solo me habría gustado ser un padre más presente para él.

—Yo lo recuerdo siempre escondido a tu espalda —habló en medio de una carcajada—. Todo el tiempo diciendo: "Mi padre sabrá de esto". ¿Qué no eras presidente del Comité de Familias Mágicas del Colegio?

SEÑOR AMANTE (Lucius Malfoy y Ginny Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora